Apreciados todos, aún entre las diferencias,
Los escritos habituales de este servidor dan paso a una carta abierta que pretende advertir sobre los peligros de abordar los mismos discursos cargados de bolchevismo e idolatría que aquellos enemigos del liberalismo y el libertarismo. Y es que, interactuando recientemente en redes con algunos seguidores de Agustín Laje, Donald Trump o Javier Milei, me he dado cuenta del fanatismo con que defienden los discursos de sus líderes y la escasa o nula autocrítica que hacen respecto a los mismos.
QUE EL FANATISMO NO TE NUBLE LA SIMPATÍA
Aunque no lo crean, Adam Smith fue capaz de expresar un primer concepto de lo que hoy conocemos como empatía. Cito su Teoría de los sentimientos morales (pág. 49):
En ocasiones, algunos seguidores de Laje, Trump o Milei suelen equiparar posturas morales desde otras orillas políticas como el comunitarismo con expresiones del marxismo, o del comunismo o socialismo más recalcitrantes. Nada más alejado de la realidad. La simpatía, como lo explica Smith, hace parte de la sociedad, y de cómo se concibe y se desarrolla. Aunque Smith no separa la actuación del mercado de la virtud, si se da a la tarea de generar una relación complementaria entre libertad y virtudes. Esto que ha sido dejado de lado por una visión en la que priman los argumentos desde la economía, genera el enorme problema de hacer ver el tipo de libertad que se defiende como antipática, vacía y utilitarista. En este caso, el fanatismo se puede curar leyendo, explorando lo que dicen los enemigos de la libertad y, sobre todo, con aquellos que la dan por sentada sin ver su conexión directa con la responsabilidad. Pero lo más efectivo es mantener la autocrítica viva, sometiendo las ideas propias a un examen de falsabilidad, evitando caer en lo que los conservadores llaman substicionismo, liberal en este caso.
… No obstante, ¿Eso qué significa? Evitar caer en una falsa y caricaturesca imagen del liberalismo/libertarismo que lleve a otros a confusiones mediante una substitución grosera de la ideología. Este substicionismo puede llevar a encubrir cultos a la personalidad, fácilmente funcionales a líderes políticos e influenciadores que desean conformar idolatrías en torno a sí mismos o que se vuelven susceptibles a ello. Por si acaso, hablo de seguidores de Trump, Milei y Laje al tiempo. Por el lado del progresismo ya nos basta con el Grupo de Puebla (antes, Foro de São Paulo) para darnos cuenta de la degeneración moral que puede conllevar dicho proceso.
LA MAYÉUTICA SOWELLIANA: UNA VÍA DE RESPUESTA
Esta antigua metodología socrática, renovada en labios del economista estadounidense Thomas Sowell, refleja tres preguntas clave para fortalecer las ideas propias y refutar efectivamente las ajenas: ¿Comparado con qué? ¿A qué costo? ¿Qué evidencia dura tiene de su afirmación?
La comparación permite establecer parámetros claros sobre aquella verdad que se está buscando, más que una “verdad” impuesta o autoimpuesta cual dogma. Ejemplo tonto: Vacunarse salva vidas ¿Comparado con qué? Con no vacunarse.
El análisis costo-beneficio-riesgo permite que se sienten bases sólidas para, o bien complementar lógicamente una posición moral, o bien para refutarla. Continuando con el ejemplo, sería algo como preguntarse: ¿Cuál es el análisis costo-beneficio-riesgo de no vacunarse?
La evidencia es pieza fundamental para generar este ejercicio reflexivo, particularmente, la evidencia dura, que permite modificar argumentos propios y de terceros mediante la invitación a la reflexión. Culminando con el ejemplo, se vería así: ¿Qué dicen los estudios/estadísticas sobre que “vacunarse salva vidas”?
PARA RECORDAR
La mayor virtud es la de la autocrítica: el ganar criterio con evidencia y no con miedos que, infundados algunos, pueden hacernos caer en el engaño de creer que defender la libertad es carta blanca o patente de corso para saltarnos la evidencia. Si queremos consolidar grupos que defiendan la libertad, debemos librarnos del gran mal del niñorratismo.
¿Que los líderes políticos pueden tener razón en cosas? Sí, pero recordemos que a quienes más nos simpatizan les debemos aplicar con mayor rigor aquel proverbio ruso que dice “Confía, pero verifica”.