El pasado lunes 16 de Agosto, Álvaro Uribe Vélez dio su declaración ante la “Comisión de la Verdad” que preside el sacerdote Francisco de Roux, quien en compañía de los altos comisionados Lucía González y Leyner Palacios Asprilla, abordaron al expresidente en su casa en Rionegro Antioquia, donde por más de siete horas, Uribe Vélez habló acerca de temas como paramilitarismo, las Convivir, falsos positivos, los acuerdos de paz, entre otros. Lo anterior ocurrió, pese a que desde el primer minuto del relato, el expresidente dejó en claro su posición frente a la “Comisión de la Verdad” alegando que no reconocía ninguna institución surgida de las entrañas del proceso de paz de 2016 firmado por las Fuerzas Revolucionaras de Colombia (FARC-EP) y el Estado colombiano, y justificándola con el desconocimiento del triunfo del NO en el plebiscito.
En un momento del encuentro, el expresidente de Colombia entre los períodos 2002-2006 y 2006-2010, hizo una referencia a que “Colombia necesitará una amnistía general, casi un borrón y cuenta nueva”; esto, haciendo alusión a los numerosos casos del contexto nacional donde la acción penal y el resuelve para ciertos infractores de la ley tienen peculiares destinos.
Más allá, y dejando de un lado el episodio de exaltación entre Tomás Uribe y Lucía González debido a un trino publicado por esta última en el 2017, la declaración de Uribe ante la “Comisión de la Verdad” transcendió de manera errónea por la interpretación de sus palabras acerca de la amnistía general. Y es así como un dato curioso, los primeros en poner el grito en lo más alto del “templo de la verdad, la responsabilidad y la moral” de sus actos fueron Rodrigo Londoño alias “Timochenko”, Carlos Antonio Lozada y Griselda Lobo (la mujer de alias “Tirofijo”), donde en conjunto, los tres llegaron a concluir que el mismo Uribe debía presentarse ante la JEP por los presuntos crímenes que este habría cometido en calidad de Presidente del país, y que a su vez, era inconcebible que se le hubiese pasado por la cabeza el hecho de considerar una amnistía general.
¡Háganme el hijo de puta favor! Es inaudito que llegue tal señalamiento con aires de “fortaleza de la moral” de los líderes de una extinta guerrilla que ha jugado con el pueblo colombiano y con la verdad, pues se han encargado de ocultarla y se han retractado de la misma en numerosas oportunidades; no olvidemos que a causa del engaño de una esperada reparación, y de la entrega de los bienes y de sus rutas del narcotráfico, estos bandidos lograron obtener curules en el Congreso de la República.
Y claro que sí, no podía faltar la valiosísima opinión del honorable senador Iván Cepeda, quien afirmó que una de las condiciones generales de una amnistía general es que los crímenes contra la humanidad no son objeto de la misma y que la verdad es una condición insoslayable; claro mensaje que no estaría para nada mal que llegase al recinto legislativo de aquellos honorables congresistas de las ex FAEC-EP, hoy Partido de los Comunes e íntimos amigos del ya nombrado senador del Polo Democrático Alternativo.
LA AMNISTÍA GENERAL
Mas allá de la fantasiosa idea, el poner en práctica una “amnistía general” significaría un acto de alta peligrosidad y de enviar un mensaje totalmente errado a todos los ciudadanos. El simple hecho de imponer una amnistía, en frases populares para todo el mundo, representaría un perdón para esas personas que de una u otra forma han pasado por encima de la ley y lo seguirán haciendo con el “borrón y cuenta nueva” que se les pretendería otorgar de forma imaginaria. En conclusión: el crimen paga.
Por el contrario, en lo que si hay que trabajar y a lo que realmente se refería Uribe Vélez es que la idea de una amnistía, es, a modo de criticar, poner los ojos sobre aquellas injusticias que “el Estado se echa al hombro” como lo son algunas condenas que deberían ser para “criminales pequeños” o para aquellos grandes culpables de magnicidios. Esto es que la pena a pagar sea ninguna.
UN ENCUENTRO FANTASIOSO
No podemos pasar por desapercibido que la sonada propuesta de la “amnistía general” fue una de las muy pocas cosas en las que ambos representantes de los extremos ideológicos del país –Uribe y Petro– lograron estar de acuerdo. Así lo hizo saber Gustavo Petro en una acertada publicación en su cuenta de Twitter:
Petro, luego de haber sido objeto y beneficiado de una amnistía hecha al M-19 en 1990, mismo proceso de paz que estuvo respaldado por el entonces senador Álvaro Uribe Vélez, no pudo haber comentado de otra manera la situación.
Es que es lógico, las raíces de un conflicto armado jamás se taladrarán a ultranza y con desprecio por las víctimas; quien deba contar la verdad, lo tendrá que hacer. No se está a favor de ocultar la misma, pero lo que si no se puede permitir es que los indultados e inmorales nos vengan a dar cátedra magistral sobre lo moral y lo que no se debe condonar a juicio de ellos. La verdad, la moral y la cordura son factores que no pueden carecer en el proceso de erradicación de las raíces profundas que sembró el conflicto armado en los corazones y en las mentes de los colombianos.
Lejos de poner en práctica una supuesta “amnistía general” y de, preferiblemente, trasformar la idea a modo de crítica respecto a que en algunas ocasiones la justicia ha fallado, me permito ratificar que el único y exacto fin de este escrito no es polarizar, ni mucho menos regresar a un “acuerdo de paz” que ya se negoció y que, a pesar de todo, ha traído algo de paz al país; por el contrario, el propósito de esta columna es recordar la historia y traer a reflexión todo lo que puede llegar a implicar una amnistía mal elaborada.
… En fin, como todos ya sabemos, lo mejor es juzgar desde la banca. Obvio, después de haber pasado ya por el “banquillo” y haber sido amnistiado. Al final de cuentas, mientras “me salve yo”, pues allá los demás.