Es un titular de Perogrullo. El Congreso de Colombia no ha sido la institución más resaltable del país en su larga historia republicana. La confianza que los ciudadanos tienen en dicha institución es inexistente y no se debe necesariamente a los congresistas youtubers, sino a los corruptos y a los delincuentes que decidieron aliarse con paramilitares en la primera década de este nuevo milenio para ganar las elecciones en sus regiones con la financiación del narcotráfico y la presión de las armas. Pero también a los que se juntaron con criminales igual de condenables en el otro extremo y aún hoy pasan desapercibidos investidos en el título de honorable parlamentario con la complicidad oculta de la violencia en sus pasos. Las FARC también infiltraron el Congreso en aquella época turbulenta.
La toma de una institución tan importante para el país por la corrupción y los radicales levantados en armas significó el borrado del legado de grandes congresistas del siglo XX que marcaron la historia de la política en Colombia, como Luis Carlos Galán o Álvaro Gómez Hurtado.
Obviando la lamentable presencia de Pablo Escobar en la Cámara de Representantes antes de que mandara a asesinar al exministro Lara Bonilla, lo que hoy sucede en el Congreso es verdaderamente preocupante. Los congresistas no están asumiendo la convicción de legislar para resolver los problemas de sus electores y hacer control político justo, salvo en contadas excepciones como las de José Daniel López, Mauricio Toro, Juan Fernando Reyes, Paloma Valencia, Juanita Goebertus y algunos otros.
Lo que existe hoy en el Congreso es un gran grupo de youtubers que se disputan los clics en Instagram y la relevancia en las demás redes sociales para sus propios fines politiqueros. En esa aventura facilista pasan por la desinformación, el populismo y las mentiras de frente a una opinión pública profundamente desinformada y que cae rápidamente en esos discursos por los sesgos preestablecidos que les hace acercarse hacia uno u otro sector por el prejuicio de la oposición antes que de las ideas.
Los congresistas de hoy que llevan largos períodos elevando su voz en las plenarias perdieron hace rato la convicción de su oficio. Ya no les interesan las leyes y los debates de control los hacen amañando las historias y los hechos con el simple propósito de figurar en los medios y lograr vistas para sus campañas a la Presidencia.
Senadores y representantes a la Cámara que son candidatos a la Presidencia y ya lo anunciaron deberían renunciar al legislativo por lo menos un año antes de las elecciones para que puedan dedicarse de verdad a sus campañas y no continúen desembolsando 36 millones de pesos al mes del erario, cuando su trabajo se convierte únicamente en su propio proselitismo. ¿Por qué los ciudadanos debemos pagar los salarios de congresistas candidatos que ya no legislan? Porque para eso está la financiación estatal a las campañas. Lamentable.
El oficio de legislar, hacer control político y reformar la Constitución es uno muy importante para dejárselo a quienes solo inspiran likes, vistas en YouTube y entrevistas en medios, pero que nunca dicen nada relevante, probado y riguroso ¡y mucho menos hacen leyes! Hoy, los Roy Barreras que han navegado por los mares agitados de todos los sectores políticos sin rubor y sin caerse, no se preocupan por crear leyes para el beneficio de los ciudadanos. Utilizan conceptos técnicos como el de “régimen” sin un ápice de lealtad intelectual y anuncian campañas de persecución en su contra con pruebas de anónimos de papel que cualquiera podría escribir. Mienten en cada palabra pronunciada y en cada tweet. Y al mismo tiempo van a “foros sobre fake news” para figurar con la coherencia estrujada y arrojada a la basura.
Ojalá los ciudadanos que elijan el próximo Congreso lo hagan con verdaderos líderes de opinión que muevan a la ciudadanía para resolver problemas y dar debates con altura guardando respeto por la verdad. Los youtubers de hoy no pasan un fact checking de un monólogo de cinco minutos.
Sus intereses de sepultar al opositor aún a través de mentiras está hiriendo la democracia, cuando es su tarea cuidarla y robustecerla. Quizás es injusto, pero la mayoría de los congresistas de hoy no son dignos de las curules que ocupan. Su lugar es la carrera de las redes y la estupidez que no requiere tiempo para pensar.
NOTA:
Este artículo apareció por primera vez en Lecturas con Santiago Ángel – Blogs El Tiempo.