La principal razón por la cual es fundamental tener el derecho a la libre expresión en una sociedad y defenderlo como uno de los más importantes, es para poder retar los códigos y reglas; nueva información e ideas son indispensables para la generación de nuevo conocimiento y nuevas guías. Con la libertad de expresión se pueden revisar jerarquías y estructuras ya establecidas, con el propósito de modificarlas o reemplazarlas completamente, pero sin necesidad de destruir a los individuos que las habitan y/o las usan, o las crearon. Sirve para modificar lentamente la tradición en cada generación, de forma que en el consenso participamos todos sin necesidad de la violencia física.
Para las empresas, la renovación de las ideas es condición fundamental para la innovación de los productos y los servicios. La libertad de expresión es la tecnología básica que genera la mejora continua a través del perfeccionamiento de las ideas: es el camino para la búsqueda de la verdad. Se podría decir, incluso, que la existencia de la capacidad para retar la jerarquía interna y las ideas establecidas, mediante un proceso ordenado y formal, entendido como beneficioso, es indicador de valor en una sociedad y en una empresa. Para la economía en general es la fuerza que reemplaza procesos y estructuras agotadas.
La libre expresión permite a quien la pone práctica, dar a conocer ideas complejas –algunas muy abstractas y peligrosas–, pues es el canal por donde fluye el magma encendido que alimenta la llama del conocimiento. Las ideas, mientras permanecen allí, confinadas al lenguaje, pero sometidas a la crítica en el dominio público, pueden ser estudiadas y pulidas, y de ser posible llevadas hasta sus últimas consecuencias lógicas; y si las tienen aprovechadas, pasan el muy angosto umbral de la funcionalidad y la utilidad –en principio moral– para luego ser llevadas a la práctica. La discusión es para evitar la confrontación física y la violencia, a condición de que aceptemos el proceso y el resultado, así tengamos que cambiarlo de nuevo.
En sociedades donde todo hay que callar y esconder, o mentir abiertamente para sobrevivir, no es posible liberarse de las estructuras establecidas. Se puede caer en dos fenómenos.
El primero es la violencia directa, como la proveniente de grupos armados: del terrorismo o la represión estatal, debido a que no existe camino sin sangre o agresión que permita el surgimiento de estructuras nuevas y nueva información, o vías alternativas para su introducción en el sistema. El segundo, es la decadencia moral, ética e intelectual de los individuos: incapaces de expresarse, intercambiar y transformar.
Quienes no optan por la violencia como respuesta ante la represión, se acostumbran a que tienen que trabajar con información en descomposición. El resultado es “innovación” en declive. La idea, tal y como una máquina, solamente permite una cierta cantidad de reparaciones o modificaciones menores, antes de tener que desecharse y ser reemplazada. La recurrencia de males que se creían erradicados o la repetición de eventos catastróficos, son prueba de que no se han revisado los supuestos fundamentales: hiperinflaciones, violencia, enfermedades, hambre, y demás, pero también de que no es posible revisarlos sin recurrir a la violencia o al poder como instrumentos.
Un par de casos bien documentados de sociedades que se siguen sometiendo a múltiples iteraciones de la mentira, la falsedad y el engaño en diversas formas: economía, política, cultura, entre otras, sin lograr salir de ellas aun cambiando de Constitución, y teniendo que afrontar las consecuencias de reprimir la libertad de expresión, son Venezuela y Colombia, que están en etapa terminal, a diferentes velocidades, y en donde se aplican recetas fallidas, equivalentes a hacer sacrificios humanos para invocar la lluvia o el sol, cuando hay sequía o inundación. Se reconfigura la forma de la información y, por ende, reforma, es una de las palabras más repetidas en política.
En países en donde hay libertad de expresión, en los cuales hay una búsqueda de la verdad a través de la palabra, como en Nueva Zelanda o Canadá, los cambios se lograron sin recurrir a atentados terroristas o a grupos paramilitares (guerrillas o autodefensas). Canadá y Nueva Zelanda reversaron los modelos socialistas de excesiva intervención estatal y planeación central que los ahogaban en el final de la década de los 70’s. Mandaron al olvido –o eso creíamos– modelos cuya promesa teórica no coincidía con la evidencia empírica observada: estancamiento y declive económico, aumento de la deuda del gobierno, emigración de la población joven y activa, entre otros.
En la siguiente entrega de este artículo hablaremos sobre la socialdemocracia, la cual, reemplaza la eliminación física del individuo.
NOTA:
SOBRE LA OBRA EN LA IMAGEN DESTACADA DE ESTA ENTREGA: Leutze, E. (1851). Washington cruzando el río Delaware [Óleo sobre lienzo]. Nueva York: Museo Metropolitano de Arte. https://www.metmuseum.org/art/collection/search/11417.