La política suele ser más una lucha de relatos en pugna que la búsqueda de soluciones a los problemas del bien común. En países sin cultura de efectividad, probidad y fiscalización ciudadana, gana el poder el líder que seduce a las masas, siempre apoyado por los mejores asesores; ellos crean estrategias comunicacionales con las que manipulan a través de falacias, confusiones y mentiras. Por eso, es propósito de esta columna dejar en evidencia dichas estrategias en tres (3) temas: redes sociales, indultos e ISAPREs (Instituciones de Salud Previsional) con el fin de aportar a la comprensión de lo que subyace a aquello que se oculta y se muestra en el discurso público. Esta es la única forma de dejar de dar “palos de ciego” y entender “pa’ dónde va la micro”.
Las redes sociales, espacio de la libertad de expresión ciudadana, presentan dos (2) tipos de actores. Primero, los haters que las usan para difundir mentiras y atacar a sus enemigos. Luego, los que hacen un esfuerzo por dar cuenta de ciertos aspectos de la realidad, cuestionar discursos hegemónicos y aportar datos para la comprensión e interpretación de los hechos.
Fue gracias al intenso trabajo hecho por este último grupo, que los chilenos nos enteramos de las brutalidades contenidas en el Proyecto de Nueva Constitución, causa del triunfo del “Rechazo”. Es a este grupo que políticos, académicos y periodistas de amplio espectro quieren silenciar, controlar o eliminar de la cotidianidad. Con dicho fin, la izquierda ha elaborado una estrategia comunicacional que apunta en dos (2) direcciones: una frontal y otra oblicua.
La frontal es para los fanáticos e ignorantes que le van a creer al Gobierno cualquier cosa. Quienes conforman dicho grupo, a cambio de su lugar combatiendo en las trincheras del ciberespacio, obtienen un sentido de vida y corroboran ante sí mismos y su colectivo su propio valor, pues ellos son de “los buenos”.
La estrategia oblicua consiste en desarrollar teorías de alta complejidad que suponen algo así como una correlación entre la existencia de las redes y el fracaso de las democracias. Se mezclan la sociología y la ciencia política para dar origen a un engendro que echa por tierra dos mil quinientos (2.500) años de experiencia democrática. Quienes se tragan estos cuentos suelen ser personas de alto nivel intelectual a las que los árboles no dejan ver el bosque, ¿o será que todos los ciudadanos en la Antigua Grecia eran honestos?
Recordemos que la distinción entre el sofista que engaña con falacias y el retórico que persuade con argumentos es de larga data. Otro tanto pasa con ese absurdo de que serían las cookies las que nos impiden oír argumentos de distinta índole ideológica, como si no hubiese habido guerras tribales, religiosas, nacionalistas y un largo etcétera, resultado de la tendencia natural del ser humano a autoafirmarse a través de quien piensa y cree lo mismo que él.
En síntesis, son las cookies las que reflejan nuestra constitución neurológica, no los mapas neuronales los que se configuran a partir de las cookies o al menos no de forma primigenia. Por último, ni en China ni en Cuba los ciudadanos gozan de libertad en redes sociales y tampoco viven en democracia. La correlación es espuria; se trata de una falacia del hombre de paja para sumar a sectores de centro a una causa que está al servicio del totalitarismo. No demos más palos de ciego: si la extrema izquierda destruye la libertad en las RRSS, habrá eliminado uno de los pocos bastiones que impiden su avance hacia el poder total.
En lo que respecta a la estrategia comunicacional en el tema “indultos”, ¿se ha dado cuenta de que cada vez que el Gobierno avanza en su agenda refundacional, lo hace de tal modo que sus intenciones quedan veladas por un sinnúmero de errores? La estrategia es clara: si quiero avanzar en el desmantelamiento del Estado burgués, debo tener una fórmula que me permita gestionar el control de daños.
La gracia de cometer errores y “desprolijidades” en los aspectos formales de la gestión política es que se pueden hacer las transformaciones de fondo con mayor facilidad. Ello es así porque son muchos los sectores de centro que prefieren tragarse el cuento de que están ante jóvenes inexpertos, antes que salir de su zona de confort, enfrentar la realidad y hacerse cargo de que Chile está siendo gobernado por una izquierda antidemocrática cuyo objetivo declarado es la refundación del país. En otras palabras, los sectores de centro están cómodos, nada los perturba y, aunque ven cómo el Gobierno destruye los cimientos de la democracia, prefieren descansar en esas desprolijidades “propias de la juventud”, exigir disculpas y una declaración de buenas intenciones para enmendar el rumbo, mientras la retroexcavadora funciona a toda máquina.
Finalmente, quisiera destacar, en breve, dos (2) estrategias más. Una, de autoría de Kenneth Bunker quien, respecto a la inminente quiebra de las ISAPREs afirma que estamos ante una estrategia de “negligencia consciente”, cuyo marco es permitir el derrumbe final de las Instituciones de Salud Previsional, aunque colapse todo el sistema.
El objetivo es avanzar en el plan ideológico. La otra estrategia, recién salida del horno, inicia una nueva fase en el escándalo de los indultos. Fíjese que el flamante ministro de Justicia recientemente afirmó, en una entrevista, que entregará la información de los indultos a la Contraloría –dirigida por el mismo contralor que no hizo nada ante la intervención descarada del Gobierno en el plebiscito– y luego recurrirá al TC (Tribunal Constitucional) donde, sabemos, la mayoría de sus integrantes son afines al Gobierno.
Todas estas estrategias solamente son graves si no se les analiza y tiene en consideración, porque permiten el uso del poder político para la destrucción de la democracia. ¿Cómo responden los sectores autodenominados de centro a este desafío? Mirando siempre el vaso medio lleno, intentando –con la excusa de la “gobernabilidad”– pactar a toda costa con el Gobierno y “no haciendo nada” que nos ayude realmente a detener el desmantelamiento de la democracia.
Lo peor es que cuando se les pregunta o encara, usan una estrategia comunicacional pobre, pero efectiva: ningunean al interlocutor, se ríen en su cara o lo acusan de conspiranoico.
Es la descalificación permanente, la falacia ad-hominem pronunciada desde un sitial construido sobre una soberbia y convicción propia de oligarcas despóticos, lo que caracteriza las estrategias miserables de una derecha que ni siquiera se digna a argumentar. El problema es el momento histórico en el cual nos encontramos. Si los sectores de centro y derecha siguen dando palos de ciego para no salir de su zona de confort, arriesgan que el proceso constituyente se transforme en un nuevo intento por refundar a Chile.
NOTA:
La versión original de este artículo apareció por primera vez en el medio El Líbero de Chile.