A lo largo de su pontificado, el papa Francisco I nos dio varios indicios de su posición acerca del liberalismo, con una negatividad que, conforme fue avanzando el tiempo, se hizo cada vez más evidente. Uno de estos fue cuando publicó la Carta Encíclica Fratelli Tutti. Asimismo, durante su mensaje a la Sesión Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales a finales de abril de 2017 (hace poco más de ocho años); las críticas fueron directas y, a veces, crudas. Si bien el pontífice tuvo algunos puntos acertados en aquellos mensajes, reveló, ante todo, una falta de conocimiento –o una negación intencional– de los logros históricos y en cuestión de principios del individualismo liberal/libertario.
En El Bastión te queremos mostrar los grandes errores en los que caía el fallecido papa argentino:
PRIMER ERROR: Para fundar la libertad y la responsabilidad individual se debe recurrir a la idea de auto-causalidad
Francisco I temía que el individualismo liberal/libertario llevara a las personas a creer que son los artífices de su propia vida. Ahora, nadie niega que nuestros genes y nuestro entorno nos afectan; no obstante, los seres humanos no son productos causales de la sociedad, de sus genes o de un destino divinamente estipulado. Claramente no. La libertad que promueven los liberales incorpora la libertad de la voluntad: la visión de que los individuos tienen el poder de elegir sus creencias, sus acciones y desarrollar sus propios caracteres.
Esa capacidad es, precisamente, parte del corazón de la moralidad; asumir responsabilidad por las propias decisiones es lo que nos convierte en agentes morales. Pero si, por el contrario, la responsabilidad causal reside en la genética, la sociedad o los dioses, entonces los seres humanos se convierten en seres amorales.
Un líder que se toma –tomaba, en este caso– en serio la moralidad debería ensalzar una filosofía que hace fuerte hincapié en la responsabilidad de las propias decisiones.
SEGUNDO ERROR: El individualismo afirma que es solo el individuo el que da valor a las cosas y a las relaciones interpersonales, y, por lo tanto, solamente el individuo decide lo que es bueno y lo que es malo
Este error se conecta directamente con el anterior. Y acá yacen profundas cuestiones sobre estándares de bondad y creación de valor genuino:
– ¿Las relaciones son cosas que “nos pasan”? ¿O los amigos, los romances y los negocios son cosas que nosotros “hacemos que nos pasen”?
– ¿El valor de las relaciones es preexistente a estas, o su valor comienza a existir cuando los individuos implicados deciden dar algo de sí mismos al otro?
– ¿Y quién debe decidir qué es lo bueno o lo malo? Por ejemplo, ¿quién debe decidir si es bueno o malo que me case, o con quién casarme?, ¿debe ser mi decisión individual o la de alguien más?, ¿o qué carrera sería buena o mala para mí?, ¿o qué música es buena o mala?, ¿o qué políticos?
Si los individuos no toman esas decisiones por sí mismos, entonces alguien más debe tomarlas por ellos. Sabemos, por supuesto, que en general el papa viene de una tradición que dice que todos debemos ser obedientes –esclavos obedientes a sus amos, mujeres a sus maridos, súbditos al César, y todos al todavía infalible representante de Dios en la Tierra–. Y ese fuerte énfasis en la obediencia se ha resistido siempre a la expansión de las libertades individuales. Es cierto que la posición del pontificado se ha suavizado en el mundo actual respecto a esos puntos, pero siempre a regañadientes y siempre bajo la presión de los humanismos más individualistas y liberales que Francisco I atacó en vida con sus mensajes.
TERCER ERROR: La radicalización del individualismo en términos libertarios, y por lo tanto antisociales, conduce a la conclusión de que cada uno tiene el “derecho” de expandirse hasta donde su potencia se lo permita, incluso a expensas de la exclusión y la marginación de la mayoría más vulnerable
Francisco I también se preocupaba porque la exaltación de la libertad individual conduzca al crecimiento del poder, “incluso a expensas de la exclusión y la marginación de la mayoría más vulnerable”.
Aunque tenía razón en que muchos están en situación vulnerable o peor, no olvidemos que los pobres y los excluidos son individuos también, con sueños y objetivos propios, y que lo que justamente necesitan es libertad para lograr sus sueños y metas personales. Los más grandes obstáculos de los pobres y de los excluidos nunca han sido la libertad y los éxitos de otras personas. Siempre han sido sistemas políticos que limitan su libertad (sistemas de castas, sistemas socialistas que prohíben sus emprendimientos y otras dictaduras) y sistemas éticos que abrazan la pobreza y el sufrimiento, e incentivan a quienes están en la miseria a aceptar su suerte.
El papa Francisco parecía ignorar que los liberales clásicos y libertarios consideran inviolables los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad, y apoyan el papel del gobierno para protegerlos vigilantemente y para detener a aquellos que tratan de ganar y vivir a expensas de otros. Más aún, si realmente su preocupación eran los marginados, entonces notaremos que la gran mayoría de ellos reside en lugares del mundo donde el individualismo y el liberalismo no tienen lugar, o en lugares que se están recuperando de regímenes antiliberales y anti-individualistas.
CUARTO ERROR: Es alarmante y sintomático que hoy el cuerpo humano se compre y se venda, como si fuera una mercancía
Francisco I señalaba, acertadamente, la tragedia de la continua esclavitud. No hay duda de que la esclavitud es una abominación moral. Sin embargo, su énfasis iba hacía que la esclavitud es un síntoma actual, demostrando así una extraña amnesia histórica.
Durante la edad moderna, las primeras naciones que formaron sociedades antiesclavistas fueron aquellas que enfatizaban los derechos individuales a la vida y a la libertad. También fueron las primeras en abolir la esclavitud dentro de sus propios territorios y las primeras en gastar una enorme energía y muchos recursos para eliminarla en todo el mundo.
La esclavitud existió en todas partes del mundo en tiempos premodernos (y aparentemente cohabitó felizmente con la propia tradición del papa durante los primeros 1.600 años de su existencia). Lo que en realidad es sintomático de hoy, es que la mayoría de nosotros hemos adoptado del humanismo ilustrado y del renacimiento, la condena moral a la esclavitud. Como resultado, hemos progresado en la eliminación de gran parte de ella y estamos comprometidos a continuar haciéndolo.
Solo el individualismo liberal/libertario ha roto las cadenas de la esclavitud, la pobreza y otras exclusiones. Solo él ha permitido que hombres y mujeres de todas las razas, religiones y etnias se conviertan en empresarios, artistas, atletas, inventores, y demás, en la dimensión en la que se ha logrado en estos nuevos tiempos. Y solo en las sociedades liberales individualistas encontramos una gama cada vez más grande de carreras profesionales que ofrecen un nivel de vida cada vez más alto.
Al no sacrificar la individualidad por el colectivo, al no fundir la singularidad de cada ser humano en un guiso común, y al honrar la vida, la libertad, la mente y los sueños de cada persona, el individualismo liberal ha creado abundancia, ha extendido la paz, ha aumentado la solidaridad y ha hecho la vida más larga y agradable. Los datos están de su lado. Ya que Francisco I no pudo, su sucesor debería prestar más atención a todo lo proferido, e incluso, decir “Gracias”.
NOTA:
Esta columna fue redactada en conjunto con Stephen Hicks.