Amor a la patria, ¿un deber moral? | Parte dos

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Del “deber” de amar a la patria

Cuando hablan de deber, ya la cosa se pone color rosa. Cuando se habla de deber moral uno debe prestar atención a la fundamentación y las bases de ese supuesto deber. Un deber es una obligación, en esencia. Por lo tanto, cuando se afirma que hay un deber de amar a la patria, se quiere decir que existe una obligación de valorar como un valor máximo a Bolivia. Una contradicción en términos de dimensiones gigantescas. Veamos.

Ya explicamos que el amar es un acto de valoración interna que realiza cada persona de forma individual. Es un acto voluntario y racional. No se puede hablar de amor -es decir, de valorar algo-, si ese algo amado, en sí o en sus consecuencias, contradigan el fundamento filosófico del amor, que es la vida. Entonces, encontramos que el acto de amar no puede fundarse en una obligación, sino que la obligación viene como consecuencia, de ese amor. Uno no ama por que se encuentre obligado. Uno ama porque valora ese algo como objetivamente bueno para su vida y, en consecuencia, se encuentra obligado a ser coherente, en su actuar, con ese amor.

El precedente es un aspecto fundamental, puesto que se nos ha enseñado a no cuestionar el amor a Bolivia, incluso existe un delito de traición a la patria en el código penal boliviano cuando uno actúa contra los intereses de Bolivia. La cuestión no es de pura semántica, es serio.

En 1974, Ayn Rand publica un brillante artículo titulado: “La Detección Filosófica”[1], mediante el cual, en resumen, señala que se debe analizar los argumentos de todo enunciado o afirmación, especialmente si este trae consigo un deber moral, como si de un detective se tratara, donde descubrir los fundamentos que inspiran los argumentos de la otra parte es fundamental, pues nos ayuda a encontrar la verdad o la falsedad en ellos y, por supuesto, las intenciones ocultas detrás de las falsedades. Rand afirma:

“El error del profano, en lo que respecta a la filosofía, es la tendencia a aceptar las consecuencias mientras ignora las causas, tomar como dado el resultado final de una larga secuencia de pensamiento y considerarlo como lo “evidente en si mismo” o como un fundamento irreducible, negando sus premoniciones[2]

Al respecto, cuando se me quiere justificar el amor a Bolivia, entre otras cosas, se me ha afirmado que si uno no ama al país, este no llegará a ser grande nunca – ¿la grandeza futura de Bolivia se encuentra condicionada a este amor?-; que cuestionar el amor a Bolivia ha llevado a este país al lugar de decadencia donde se encuentra; que el boliviano debería amar a Bolivia porque esta le dio la vida, la identidad y trabajo; entre otros similares. Analicemos.

Ya mencionamos que no se puede amar algo por obligación, sino por elección. Uno amará Bolivia o a un país -es decir una cultura y sociedad determinada-, porque identificará aspectos buenos que aporten a su vida, es decir, encontrará evidencia de que ese país contribuye de forma objetiva al mantenimiento y mejoramiento de su vida. Uno ama un país cuando existen elementos en ese concepto práctico de “país” que contribuyen a tu vida y tu felicidad. Este es un primer aspecto en sus fundamentos a identificar, pues se pretende derivar una obligación de valorar algo como fundamental y no se interioriza al respecto. Por lo tanto, cabe preguntarnos ¿qué es Bolivia?, ¿qué es un país?, ¿qué es la Patria? Así, podemos conocer ese objeto que los moralistas de la patria afirman que estamos obligados a valorar como algo primordialmente bueno.

Bolivia, o cualquier país, es una abstracción. Es una persona jurídica y como toda persona jurídica se encuentra compuesta de individuos. Por lo tanto, podemos afirmar con bastante seguridad, que cuando se refieren a Bolivia, se refieren a la cultura y la sociedad que compone esa persona jurídica, pues sería absurdo lo contrario. Entonces, para poder amar a Bolivia, debemos, primero, identificar el objeto de ese amor, es decir la sociedad y la cultura boliviana. Hecho ello, uno debe identificar los aspectos positivos y negativos para con su vida de dicha cultura y sociedad. Preguntémonos, por lo tanto, ¿qué aspectos buenos -que contribuyen objetivamente a nuestra vida y felicidad- tiene la sociedad y la cultura boliviana- o la de tu país o región? Debemos, al efecto, responder las siguientes preguntas:

¿Bolivia es un lugar propicio para emprender un negocio/tener un buen trabajo y ser prósperos?

Entendamos que la productividad y auto manutención son aspectos fundamentales en la vida de todos. Sin un trabajo o negocio que nos otorgue una base económica para vivir, nuestra felicidad y nuestra vida se vienen abajo. Y, la realidad es que Bolivia no es un lugar bueno para invertir y/o trabajar éticamente, no solo basta ver los indicadores económicos para saber el caos fiscal que es, y como el sistema jurídico esta hecho para extorsionar al emprendedor y perjudicar al trabajador. La cuestión clave aquí es ¿quién se beneficia de ese sistema de coerción y corrupción? Pues el político de profesión y el empresario con el que colude. Analicemos más a profundidad, ¿quién elige al político de turno? Pues la mayoría de la gente.

Entonces, que Bolivia sea un lugar no amigable a la inversión y la libertad económica básica, es, esencialmente, culpa de la gente que sigue, durante más de 30 años, votando a la misma clase de político. Luego se victimizan y señalan a todos los demás por elegir a Evo, Arce, Camacho, Mesa y demás vividores. Alegan que no está en sus manos, que no depende de ellos, más allá de elegir ellos a dichos políticos, se debe también ver si estas víctimas de sus propias decisiones caen en actos que incentivan la decadencia del país.

¿Incurren, estos, en actos de corrupción en el día a día, ya sea su trabajo o su vida privada?

Uno debe llevar alimento a su mesa, es cierto. Pero si te quejas de algo y cuando tienes la posibilidad de hacer algo, como no dar coima al funcionario público puesto allí por el político que votaste, pues bueno… La hipocresía es un común denominador en Bolivia en este tema ¿Debo valorar como algo bueno esa sociedad?

Continuemos, la libertad de pensamiento y, especialmente, la libertad de expresión no solo son derechos fundamentales de todo individuo, sino, un valor esencial para la búsqueda de los proyectos de vida de cada persona y su propia felicidad. Además de ser condición necesaria para la democracia, esa democracia que el 2019 todos decían defender frente al fraude de Evo Morales, debemos preguntarnos: ¿Bolivia es un lugar propicio para ejercer mi libertad de pensamiento y mi libertad de expresión? No, no lo es.

En teoría, Bolivia reconoce como derecho fundamental y constitucional el derecho a la libertad de pensamiento y a la libre expresión. No obstante, en la práctica, el aparato del Estado se encuentra diseñado para perseguir a quienes opinan diferente al partido de gobierno -sea este nacional, departamental o municipal- elegido por la sociedad boliviana en su mayoría. La cuestión no varia cuando se habla a la sociedad opositora al poder ejecutivo, vemos como el aparato público de la Gobernación de Santa Cruz (Luis Fernando Camacho) y de la alcaldía de Santa Cruz de la Sierra (Jhonny Fernandez), trabajan incesantemente para apagar la voz opositora, donde se acusa de traidor a Santa Cruz a quien se anime a opinar diferente a ellos (les recuerdo, la mayoría de la gente en Santa Cruz eligieron a esos dos impresentables).

Del mismo modo, uno no necesita rebuscar mucho para darse cuenta que en Bolivia existe una profunda religiosidad en la sociedad, donde no permite cuestionamiento alguno en lo que respecta a Dios y el catolicismo y/o cristianismo. Se han visto reacciones violentas por feligreses, donde, a modo de justificación, se alega que el derecho a la libre expresión no debe abarcar la crítica o algún señalamiento que pueda “ofender” principios religiosos. El autoritarismo de dicha sociedad religiosa cae por su propio peso y deja en evidencia la profunda ignorancia de su argumento. Resulta que si me ofende, nadie podría decir algo al respecto; que no es parte de la libertad de expresión la ofensa!. Vaya uno a saber el límite de esa ofensa (me puede ofender que existan hinchas de mi equipo rival, ¿por ello voy a prohibir expresarse al hincha del equipo rival? Absurdo. Lo mismo se aplica a la religión, por muy hereje que se lea).

Respecto a la cultura

Cuando esta se la eleva a una grandeza de casi divinidad, es imperiosa la necesidad de ser cuestionada, hasta por un tema de salud mental. Al comienzo del presente ya adelantamos cierta actitud del común denominador boliviano, donde cada fiesta religiosa y popular sirve de excusa para perder la razón por medio del alcohol y otras sustancias, donde se diviniza el carnaval y otras fiestas, cayendo en gastos excesivos e irresponsables con el fin de “disfrutar” de la vida. Es anecdótico que en el país más pobre de Latinoamérica, la gente gaste más en cerveza y diezmos que en leche para sus hijos. Si uno analiza las fiestas culturales que predominan en Bolivia, de las cuales me debería sentir orgulloso y por las cuales debería amar al país según los moralistas de la patria, uno puede darse cuenta del contenido iliberal de las mismas.

Son fiestas destinadas a engrandecer el colectivo sin mayor argumento, ni razón alguna, donde se fomenta la pérdida de razón, con música de mediocre composición y letras que incitan a degradar lo alto y sublime de la vida, cuando, en realidad, uno debería disfrutar de la música por la maestría en la composición y su acercamiento a un disfrute y placer consciente de la dicha de la existencia y el amor a la vida. Se cataloga de intolerante al que critica tan animalescos actos, donde el malo de la película es aquel que se opone a dichas fiestas y verbenas populares por que estas están en su calle y no le permiten entrar y salir con tranquilidad de su casa.

No se si se llega comprender esto, ¿en qué parte del mundo civilizado una persona no puede entrar ni salir de su casa por días  porque en su calle hay una fiesta popular? La libertad de movimiento es constitucional y básica. Pero resulta que la cultura, la religión y las borracheras milenarias están por encima del individuo, bien hablábamos de lo que es democracia, en este caso, ¿es democracia que por una fiesta popular no se me permita entrar y salir de mi casa y se me critique y agreda por denunciar ello y pedir respeto por los derechos individuales?

Los mencionados son algunos pocos ejemplos que conforman y justifican la valoración negativa y el racional alejamiento de cualquier hombre de bien de una cultura y un país colectivista. Si bien, no todos los bolivianos tienen esa cultura, lamentablemente, el común denominador si lo tiene y es un mal que debe ser corregido si se pretende inculcar el amor por el país. Denunciar y corregir estos aspectos es esencial para el crecimiento de un país y el bien estar de su sociedad.

Finalmente, si uno reconoce que ama un país, es decir su cultura, debe uno, primeramente, reconocer aspectos positivos en ella que enaltecen la vida y dan la oportunidad ser feliz. Por ejemplo, la cultura estadounidense, históricamente tiene como valores fundamentales la libertad individual, la propiedad privada, la libertad de pensamiento y de expresión sin límite alguno, donde el Estado se constituye y funciona para el individuo no el individuo para el Estado, donde se resalta la responsabilidad individual y se buscó, históricamente, inculcar a los niños y la población en dichos valores. Uno puede amar y fomentar el amor una cultura, a un país, que no coarte la libertad a la vida, a la felicidad de cada persona, donde sea cultural -léase popular- el respeto a la soberanía individual de pensar y vivir por si mismo antes que por y para el colectivo.

Conclusiones

El amor debe ser en todo momento justificado; el amor es algo que se gana, no que funciona como especie de limosna. Decir que el amor todo lo soporta es un total sin sentido, por lo que el amor solamente puede ser aquello que contribuye, que es positivo para la vida. Recordemos que la vida y su conciencia son individuales, nadie puede sentir, vivir, pensar, ni amar por otro, peor por el colectivo y la responsabilidad de hacerlo por uno mismo es la única vía a ese paraíso llamado felicidad que pretender apropiarse los colectivismos. La felicidad es individual.

El reconocer los errores que tiene cada cultura y país es parte esencial de ese proceso de crecimiento constante que se debe buscar de forma individual, primero, para impactar de forma coherente en lo plural luego. El pensamiento critico, la honestidad intelectual y la coherencia entre nuestros actos y valores constituyen la base de la cual debemos partir. Para ello, debemos cuestionar constantemente nuestros valores, verificando su veracidad o corregirlos en su defecto. Ello no implica que uno vaya a ser Howard Roark -hombre integro y racional- de la noche a la mañana, la perfección es un aspecto buscado pero no innato al ser humano y los errores existirán en el proceso de descubrimiento de uno mismo. Pues, no existe otra forma de alcanzar esa identidad nacional que buscan los colectivistas, si no se realiza, primero, el proceso de forma interna, para luego, como afirma Mises, descubrir lo nacional, ese nacional del cual nos podamos sentir orgullosos y no avergonzados, ese nacional que contribuya a la vida y la felicidad y no a oscuros deberes no justificados.

La filosofía en este aspecto es la única vía que tenemos los humanos de alcanzaran vida próspera y feliz. Para ello, debemos meditar, necesariamente, sobre si la felicidad es posible en esta tierra y la vida algo maravilloso o, como afirma Kant, si la felicidad será algo inmoral y la certeza de que la existencia es maravillosa algo no alcanzable para el conocimiento y la mente humana. Por supuesto que Kant no lo dice tan desvergonzadamente, por ello, uno debe aprender a identificar los fundamentos e intenciones detrás de las ideas que gobiernan el pensamiento colectivo y la filosofía. Aprender a encontrar las contradicciones entre deber de amar a Bolivia y elección de amarla es fundamental, pues, detrás del deber injustificado existe una filosofía que busca el sacrificio del ser humano en beneficio de unos pocos, una filosofía que afirma que el individuo, usted querido lector, es un ser sacrificable, descartable, utilizable.

La sorpresa que muchos tienen hoy, al ver los abusos y crímenes del régimen de Maduro en Venezuela es llamativa. Si uno aprende a detectar, filosóficamente hablando, los fundamentos del socialismo del siglo XXI, puede anticipar esta clase de crímenes. Sin entrar en mayor debate y como conclusión, Marx afirmaba que los Derechos Humanos son una inversión de la burguesía, hechos para someter el proletario. Pregunto: mencionado socialismo, ¿tendrá respeto de los derechos humanos de quienes piensen diferente? Pues la teoría a la cual adhieren dice que no y en la práctica, no es necesario esperar a que existan muertos y desaparecidos para constatar ello, uno puede afirmar a priori el comportamiento de tan viles personas. Lo mismo pasa con Bolivia, ¿enserio creen que la oposición será una salida saludable al régimen del Movimiento al Socialismo? Ojo: el partido de gobierno, que ustedes en su mayoría han votado, se llama “Movimiento al Socialismo”, supongo que no necesito decir más al respecto.


[1] ver RAND, Ayn. Filosofía ¿Quién la necesita? Editorial Grito Sagrado. Primera Edición. Buenos Aires-Argentina. Pp 35-54.

[2] RAND, Ayn. Filosofía ¿Quién la necesita?… pp 36.

Gelo Wayar
Gelo Wayar

Abogado, escritor y ensayista graduado de la UPSA (Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra), con máster en Derecho Empresarial de la Universidad Austral (CABA). Coordinador Senior de SFL Bolivia y miembro fundador del movimiento político Liberales.bo.

Panelista del programa de radio “La hora liberal” emitido en Radio Oriental Fm 96.1. Codirector de “Una mirada Liberal”, programa transmitido por YouTube.

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