GRAMSCI: un hombre pequeño, una influencia gigante

Antonio Gramsci fue un intelectual y socialista italiano cuya influencia tuvo y mantiene un gran impacto en los campos socioculturales en los que se disputan los actos y las ideas políticas más relevantes.

Nacido en Ales, municipio situado en la provincia de Oristán, en Cerdeña, este exlíder y miembro fundador del Partido Comunista Italiano hizo una gran contribución al análisis político del periodo de entreguerras. Sus reflexiones se encuentran atravesadas por el interés de ampliar el espectro de la revolución socialista, pasando de una visión enfocada en los aspectos estructurales de la sociedad a otra que otorga mayor relevancia a los aspectos superestructurales.

De acuerdo con el autor sardo, es en la sociedad civil y en sus dinámicas donde debe organizarse toda la actividad política significativa. “Nino” –como se le conoció en su infancia–, considera que la sociedad civil es, como escribe en el “Sexto Cuaderno” de la cárcel: “Hegemonía política y cultural de un grupo social sobre la sociedad entera, como contenido ético del Estado”.

Por otro lado, según Gustavo Bueno, filósofo español y en considerable parte afín a él, el gran aporte de Gramsci al materialismo histórico fue poner a las superestructuras como eje principal y, en consecuencia, desplazar a las estructuras que ya se tenían. Esta metáfora arquitectónica marxista significa, en términos simples: despojarse de la postura economicista y volcar la atención hacia aspectos sociales como la educación, la religión o el arte. Y, como bien lo llama la filósofa ítalo-costarricense Giovanna Giglioli, el teórico de la superestructura, Gramsci replantea el foco de la revolución y lo sitúa en el lugar donde más intensamente se desarrollan las luchas políticas: en la sociedad y en la cultura.

La organización social que, con base en las mismas ideas políticas gramscianas hizo una hegemonía colectivista, no es una casualidad. Tiene que ver, precisamente, con la influencia alcanzada por la dispersión del conocimiento producido a través de autores como este intelectual italiano. No es casualidad, entonces, sino producto de la influencia de un hombre que apenas alcanzaría el metro y medio de estatura, que las corrientes socialistas actuales hayan empezado a hacer de cada discrepancia social una gran oportunidad para llevar a cabo la revolución proletaria.

Dicho esto, es primordial que la organización dentro de la sociedad civil cuente con la agilidad mental de los intelectuales. A lo largo de su obra, Gramsci otorga mayor relevancia a este grupo, porque, a partir de autores como Benedetto Croce, reconoce su importancia para obtener, ejercer y mantener el poder que genera una ideología determinada.

Por ejemplo, en el “Sexto Cuaderno” de la cárcel, bajo el título de Notas breves de la cultura india, el sardo reflexiona sobre una respuesta de Aldous Huxley acerca de la situación india, en donde el escritor británico ve como un problema la creación de grandes universidades y la ausencia de escuelas primarias, a lo que Gramsci escribe que, primero, habría que pensar en el personal adecuado, lo que implicaría dirigirse a las clases intelectuales ya existentes.

A lo largo de sus manuscritos ilustra esta preocupación, a saber, en labores propias del mundo intelectual como lo es la literatura, pues los italianos, en el periodo de entreguerras, preferían autores extranjeros y no producción local, lo que decía Gramsci provocaba el sometimiento de una “hegemonía ajena”.

Pues bien, esto no solo con la literatura como plano del aspecto cultural y de participación intelectual, sino con otros ámbitos del conocimiento humano y su difusión: la filosofía, la psicología, el derecho, la sociología, las artes, la politología, el trabajo social, el periodismo, y demás disciplinas y profesiones que, tal cual como pensaba Gramsci, debían ocuparse de expandir, a través de sus intelectuales, mantras socialistas en la mayor cantidad de individuos dentro de la sociedad civil.

Años más tarde, aunque aún no con el auge actual que provocó el rechazo de Gramsci al economicismo y volcó la atención a las superestructuras, Robert Nozick notará la puesta en escena de las tesis socialistas por parte de los intelectuales y se preguntará porqué estos se oponen al capitalismo, la cual es una pregunta que ya refleja el avance de los planes gramscianos. En un artículo de 1998, lo primero que recupera el filósofo de Harvard es que los intelectuales, con su actividad, moldean las ideas que otros reciben. He ahí su importancia: tienen la capacidad de transformar el mundo a partir de lo que dicen y escriben. Por eso la relevancia que Gramsci le da a estos aspectos de la vida social, y no tanto a las cuestiones técnicas de la economía:

La oposición de los intelectuales hacedores de palabras al capitalismo es un hecho de significancia social. Ellos forman nuestras ideas e imágenes de la sociedad, ellos establecen las políticas públicas que la burocracia toma en cuenta. Su oposición importa, especialmente en una sociedad que cada vez depende más de la explícita formulación y diseminación de la información.

Pues bien, dado que la posición adoptada por los intelectuales es de suma importancia en la influencia de las tendencias políticas y de las decisiones que respecto a esta se toman para el campo superestructural, se entiende que el propósito gramsciano no solo goza de gran validez en nuestra sociedad actual, cuyas dinámicas aún se siguen moviendo en la dirección que fluyan las ideas más persuasivas. Asimismo, entonces, es imperativo entender y tomar partido tanto en el proceso en que las ideas fluyen, como en las ideas mismas.

Las ideas socialistas, que bien han sido demostradas no solo por la experiencia político-práctica como profundamente equivocadas, también predichas como imposibles económicamente (véase a Ludwig von Mises en Socialismo), han sido las que más cabida han tenido dentro de la fomentación de la intelectualidad previamente mencionada.

Ahora bien, la hegemonía no es un fenómeno que se construye, exclusivamente, al calor de las masas colectivistas instrumentalizadas por una recua de intelectuales dispuestos a bombardear con su pluma todos los aspectos de la vida cultural, sino un espacio de disputa accesible a los disidentes, entre ellos incluidos los liberales y los individualistas.

Así como Gramsci le dio un giro al estructuralismo marxista, trabajó sobre el fracaso y panificó un “intento de insurrección cultural”, el liberalismo tiene la oportunidad de arrebatarle a la sociedad el paradigma colectivista del escritor sardo, trabajar sobre un entendimiento más sólido de lo que hegemonía significa en la vida político-práctica, y fomentar principios político-sociales más congruentes con una sociedad pacífica y libre.

Jhon Florez
Jhon Florez

Caleño de profundas convicciones liberales y filosóficamente anarcocapitalista. Licenciado en Filosofía de la UNICATÓLICA (Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium) y estudiante de Ciencia Política de la USC (Universidad Santiago de Cali). Columnista y autor. Apasionado por la filosofía política y la historia.

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