El anterior gráfico nos muestra la relación existente entre la proporción de la población que vive en pobreza extrema y el PIB per cápita en diferentes países durante el tiempo. Colombia se ubica en una mala posición, más cerca de Honduras y Kenia que de Chile o los EEUU.
Pero, ¿a qué obedece esto? Principalmente a los múltiples conflictos violentos que han sumido históricamente a la nación en batallas desde la independencia de España, ya sean guerras partidistas o por comercio de alcohol y drogas. La violencia como mecanismo de consecución de justicia ha sido errado: incrementa la incertidumbre de sus habitantes e impide mejorar el bienestar general.
Los riesgos implícitos en estos conflictos no solo son armados o de violencia directa. Tenemos a los riesgos políticos, esto es, las presiones populistas por parte de grupos específicos que buscan engañar a los ciudadanos insistiendo en que hay un gran enemigo que frena las posibles mejoras en sus vidas: el empresario que ha conseguido lo que tiene a costa de lo que ellos no tienen. Así es como se dificulta la creación de empresa, que es lo mismo que generación de empleo. La envidia y el resentimiento que emanan los movimientos populistas, generalmente de izquierda, agudizan aquello que pretenden resolver: la pobreza y la desigualdad. Y en este punto, el gran enemigo toma nombre: capitalismo de libre mercado.
Llamamos capital al valor estimado de los precios de mercado de los bienes. Etimológicamente, el término capital proviene del latín caput, capitis, ‘cabeza’. Le decimos entonces capital porque requiere un esfuerzo mental estimar utilizando los precios de mercado mediante el cálculo económico del valor de los bienes a nuestra disposición. Solamente hay un sistema social que permite esa estimación: el sistema social de economía de mercado basado en el proceso espontáneo de cooperación libre y voluntaria. Por eso, el nombre científicamente más adecuado para ese sistema social es capitalismo.
Hoy el capitalismo necesita defensores claros, directos e imparciales. Cuando defendemos el capitalismo no estamos defendiendo a ningún empresario o político. Estamos defendiendo la libertad, porque la libertad es un valor impersonal que no importa a quien beneficie en concreto. Se defiende el capitalismo porque se basa en la libertad, y la libertad es lo correcto. No se puede defender un valor porque se hagan cálculos utilitaristas.
Aún más, se debe defender el libre mercado porque la evidencia es irrefutable. Al observar la evolución global de las sociedades encontraremos fácilmente que, nunca antes existió un sistema que permitiera el libre intercambio de propiedades y se basará en la única igualdad posible, viable y moralmente correcta, es decir, la igualdad ante la ley.
Antes, las sociedades eran sumamente pobres, pero una vez empleados mecanismos que integran mayormente la cooperación libre y voluntaria de procesos de intercambio, ergo, la adopción del capitalismo, el mundo ha llegado rápidamente a niveles nunca vistos de pobreza (como se evidencia en la gráfica anterior).
El mundo ha tenido grandes avances en materia de reducción de la pobreza, incremento del bienestar y mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes a partir de la adopción del sistema de libre mercado. Y se tiene una relación genético-causal positiva entre el sistema capitalista de libre mercado y la mejora significativa de las condiciones de vida de las personas.
Tal como en las matemáticas, cuando planteamos 1+1, solo existe una respuesta correcta y un sinfín de respuestas erradas. Una vez se ha demostrado que el capitalismo de libre mercado es la solución a los problemas que han aquejado a las sociedades, históricamente, no es necesario presentar pruebas de que todas las demás respuestas son erradas. Socialismo, comunismo, planificación central, control de precios y proteccionismo, son apenas algunas de las infinitas respuestas erradas a los problemas que aquejan la humanidad. La respuesta correcta es y será la libertad.