Fuerte ha sido el debate –sobre todo en redes sociales– por la noticia de la aprobación del Proyecto de Ley en el Senado propuesto por el Centro Democrático, donde se recortan en ocho (8) el máximo de horas semanales trabajadas, pasando de 48 a 40.
Los enfrentamientos se han centrado en dos ejes principales, siendo el primero la siempre molesta intromisión regulatoria del Estado que causa perturbaciones negativas en el mercado; y segundo, el hecho de si esto aumentará la productividad, como lo pregonaron los ponentes del proyecto –incluyendo a Álvaro Uribe Vélez–. Como siempre, en El Bastión, vamos a arrojar luz sobre el asunto.
Antes de empezar y abordar el segundo eje, que es el más complejo, pero necesario para entender el primero, debo aclarar que este tema es mejor tratarlo desde la Ciencia Administrativa y no la Económica, ya que es en esta donde se analiza a profundidad todo lo implicado con la productividad, siendo incluso un pilar. Como siempre, hay que iniciar con…
¿QUÉ ES LA PRODUCTIVIDAD?
Sin tantos parapetos, la productividad es la relación que existe entre un recurso (insumo) y la cantidad de producto y/o servicio fabricado o prestado con él, medido en un período específico y con un control de calidad estándar. Pero, para dar respuesta concreta a la discusión sobre si el recorte del tiempo influye, lo explicaré con un ejemplo con varios escenarios para la máxima claridad posible.
Escenario uno
Al término de las dos horas, observamos que Pepe ha realizado un total de veinte (20) arepas, mientras que Juan solo ha fabricado quince (15). Ambos lotes cumplen con el grosor y tamaño exigidos y ambos productores usaron todo el insumo. Con esta información podemos concluir que el MÉTODO DE ELABORACIÓN que usa Pepe es más PRODUCTIVO que el usado por Juan, siendo la mayor cantidad de arepas producidas la evidencia principal.
Escenario dos
Este escenario consiste en que con métodos de elaboración diametralmente distintos, los productores cumplieron la meta de veinte (20) arepas en dos horas, incluyendo los estándares de calidad exigidos y usando todo el insumo. Aquí entonces, para determinar cuál de los dos métodos es el mejor, es necesario descartar el determinante del escenario uno y observar otros factores. Simplemente, para no dejar dudas sueltas, uno de estos factores que puede facilitar la selección de cuál método es mejor, es la facilidad de transferencia del conocimiento. En otras palabras, que tan fácil es transformar ambos métodos en conocimiento práctico-replicable para poder capacitar a otros.
Escenario tres
El productor Juan, con solo tres cuartos del kilo (750 gramos) de masa, fabrica las veinte (20) arepas. Mientras que Pepe realiza las mismas veinte arepas, pero usando toda la masa disponible. En ambos casos los estándares de calidad se cumplieron a satisfacción, pero existe una disminución del insumo en el método de Juan, siendo este el determinante para la escogencia.
IMPORTANTE, PERO NO OBLIGATORIAMENTE DETERMINANTE
Con este amplio ejemplo no busco minimizar la importancia del tiempo; este elemento tiene que estar sí o sí en cualquier evaluación de productividad que se haga. Además, es necesario para la toma correcta de decisiones debido a que hace parte del proceso de medición en su definición como paso del método científico. No obstante, quise evidenciar uno de los miles de casos donde no juega un papel determinante para asegurar una mayor productividad.
Esto es posible porque la productividad se puede medir en términos generales como particulares, es decir, es perfectamente posible calcular la productividad de una empresa entendiéndola como un todo, y también se puede para cada una de las partes y/o procesos que componen dicha empresa. Así que el –tenebroso– “depende de a que se le quiere medir la productividad” juega un rol importante.
Para usar otro ejemplo –muy breve–, si en vez de querer volver más productivo el método de corte y moldeado, la empresa quiere encontrar la configuración más productiva para la asignación de turnos, porque requiere un funcionamiento de 24 horas, si fuera determinante el tiempo y la configuración que arroje el menor número de horas necesarias para tener el mayor nivel de producción sin afectar la calidad, sería claramente la opción escogida.
Por último, una disminución en el valor del tiempo NO necesariamente significa un aumento en la productividad. Este es un error que debemos evitar sobremanera, porque de nada vale que los productores hagan las veinte (20) arepas en una hora, si requieren más masa (insumo) o si las arepas no cumplen con los estándares de calidad exigidos. Entonces…
¿CÓMO SABEMOS QUE SOMOS MÁS PRODUCTIVOS?
Existen tres escenarios puntuales donde podemos asegurar que estamos aumentando la productividad:
- Se reducen los insumos y se mantienen los mismos productos.
- Se incrementan los productos y se reducen los insumos para elaborarlos.
- Se incrementan los productos con los mismos insumos.
Con esto queda sentenciado entonces que la disminución del tiempo, sin un trasfondo justificante, en nada sirve para aumentar la productividad. Y es precisamente en NADA, lo que subirá la productividad del país con este Proyecto de Ley aprobado en el Senado. Lo peor de todo es que, al no tener la necesaria argumentación científica o financiera, esta reducción del tiempo –expresado en máximo de horas laborables– puede traer problemas para las empresas y, en consecuencia, para la economía, aumentando la crisis.
Pero estos problemas los trataré en la segunda parte de este artículo, donde se abordará –con el mismo detalle– el primer eje de la discusión. De todos modos, si quisiera saber ¿A usted cómo le parece?