Elisabeth Noelle-Neumann trabajó en la “teoría de la espiral del silencio”: un muy acertado planteamiento que aplica perfectamente sobre esta vorágine de los nuevos tiempos; en los ámbitos de la comunicación política, la disputa de las ideas, los discursos y la opinión pública. En la actualidad, el discurso identitario colectivista está permeando los espacios culturales, sociales y políticos, y está influenciando tanto instituciones formales como informales; establece lo que es políticamente correcto y lo que no, decide qué es aceptable, cómo debe pensarse y cómo debe sancionarse al que disienta de estos postulados.
La cultura de la cancelación junto con una minoría ruidosa; son la clave para generar acciones, reacciones y sanciones culturales aparentemente predominantes. Un ejemplo en nuestra sociedad; es el predominio al favorecimiento de posturas que, más que feministas, esconden misandria. Esta minoría ruidosa desde distintas acciones, manifestaciones y espacios; han manipulado a tal punto la opinión pública, que hoy en día se concibe la realidad sociopolítica desde categorías como: la existencia de la violencia de género, los feminicidios, y una inclinación inherente al hombre y la naturaleza por despreciar y violentar a la mujer. Establecer o siquiera mencionar lo contrario, es censurado de forma agresiva por esta minoría, convirtiéndolo en afirmaciones predominantes en la opinión pública; quien no comparta el flujo de esta corriente es excluido a través de la presión social.
Dicha dinámica ha generado que la mayoría que discrepe de estos postulados sin sentido se autocensure. A pesar de ser la mayoría, estas personas no quieren desafiar posiciones que se asumen como aparentemente universales, aún si éstas no lo son. En este juego de poder, es determinante el papel de los medios de comunicación. Ese cuarto poder al que se refería Edmund Burke, posee una gran capacidad de influenciar a la sociedad y la política en los distintos países amplificando la voz de esas minorías y brindando nuevamente la sensación contagiosa de generalidad, de percepción mayoritaria, de definir lo aceptable y lo despreciable, y de influir de manera determinante en la formación de la opinión pública y publicada.
Estas relaciones de poder de la mayoría silenciosa frente a una minoría ruidosa son en efecto, más comunes de lo que se cree. Uno de los espacios por excelencia a dar esta disputa es la academia. La Universidad Nacional de Colombia ha sido ese espacio propicio e incluso referente de estas posturas en contra de la libertad, la verdad y el sentido común. Ir en contra de la minoría ruidosa en banderas como el feminismo, el aborto o incluso declararse de derecha o disidente de Marx; representan el suicidio social y posiblemente hasta un suicidio académico, experiencia que viví personalmente en tan importante ámbito.
Pude identificar que, esta minoría se empeñaba de manera disciplinada y persistente en todos los espacios posibles a través de los distintos medios de incidencia política, social y ciudadana. Pero ello no lo lograban con sus meros deseos. En general, la razón por la que personalmente me autocensure evitando dar mi opinión sobre estos aspectos polémicos, alineándome a las filas de la mayoría silenciosa guiadas por una minoría ruidosa y autoritaria, cuya voz se amplificaba por los medios de comunicación o incluso las redes sociales; se debió no sólo por el miedo al aislamiento social o a ser expuesta en la palestra pública, sino en mayor medida al sustento teórico, a los marcos de referencia, a las ideas en principio coherentes, organizadas y estructuradas; se debía a que tenían una lupa para leer una realidad, una lupa de la que yo carecía. El predominio ideológico de la institución me despojaba de las herramientas para rebatir y contra-argumentar, para darle forma a mi posición y opinión. Y a falta de estas herramientas, decidía simplemente ser parte de la masa con esta percepción de la opinión mayoritaria.
La opinión pública se convierte entonces, en un medio de control social, en una forma de coacción de las “masas” desde la sociedad misma y de manipular las ideas, y por qué no, los votos. La superación de esta “espiral del silencio” no se logra exclusivamente haciendo caso omiso a la necesidad natural a la adaptación social o al conformismo como resultado de la presión del grupo. Noelle-Neumann establece la instauración de un núcleo duro, es decir, aquellas personas que pese a toda la presión social, se resisten a cambiar sus opiniones o conductas y se arriesgan a explicar públicamente dichas opiniones aún con todo el rechazo que puedan generar. Un rasgo de este núcleo duro es la formación académica y empírica, y la información y el conocimiento. Por lo general, este núcleo duro suelen ser académicos bien formados, personas con fuertes convicciones, activistas sociales, opositores políticos y hasta creyentes religiosos.
Para romper la espiral del silencio es necesario que estos actores expresen públicamente sus opiniones e ideas, alcen la voz a contracorriente, se unan entre ellos, y sobre todo, puedan formar y dar las herramientas teóricas y sustentables a los nuevos adeptos: a esa mayoría silenciosa que está despertando para dejar a un lado el temor a ser callados. Sólo así se unirán a las filas de lo políticamente incorrecto y llegarán de forma paulatina personas nuevas con propuestas nuevas; generando las condiciones que conduzcan al fracaso de esas ideas “mayoritarias” y por supuesto, de sus oportunistas promotores, cuyo único objetivo es socavar la poca libertad que todavía nos queda.