¿TE VACUNARÍAS O NO CONTRA EL COVID-19? | PARTE 1

La presente columna, no tiene otro objetivo distinto que el de retomar y recordar pasajes históricos en el mundo que han afectado a la salud de la humanidad. Al apreciado lector, se le recomienda una reflexión profunda, ya que el presente escrito no intenta infringir su opinión, ni mucho menos imponer la nuestra, simplemente se analizará la verdad, con cifras y argumentos científicos; la conclusión de esta columna, la da usted.

HISTORIA

El mundo se vio enfrentado desde finales del año 2019 e inicios del 2020, al virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad denominada Coronavirus (COVID-19), y que tuvo su origen –aún no confirmado en su totalidad– en una plaza de mercado en la ciudad de Wuhan (China). Como consecución de la acción tardía y el silencio abismal de información al mundo acerca del virus por parte de este país asiático, dicha pandemia se expandió por todo el globo terráqueo y hasta la fecha lleva un total de 2’227.003 muertes y poco más de 100 millones de contagiados; provocando así, un demoledor golpe para el progreso de nuestra especie, esto debido a las vidas humanas perdidas y al estancamiento del desarrollo económico, social, cultural y de salud que surgió luego del brote. Hoy, la humanidad mira con temor el riesgo de perder el gran avance que ha tenido frente a la erradicación de la pobreza.

La única esperanza que aguarda el mundo es la vacuna… Y así es, casi al mismo tiempo que surgió el virus, nacería la idea de la creación de una vacuna para su erradicación; y fue justo en ese momento, cuando retomaron con mucha más fuerza, aquellos grupos minoritarios antivacunas, grupos que en los últimos veinte años han tenido cierta relevancia –esto, luego de la publicación de Andrew J. Wakefield acerca de la relación de la Vacuna MMR con el desarrollo del autismo en 1998; pero a este caso nos referiremos más adelante–.

Los grupos antivacunas en la historia, surgieron el mismo momento que nacieron las primeras vacunas; esto se estima que fue alrededor del siglo X en China –mismo país donde fueron detectados los primeros casos de COVID-19–. En ese entonces, los estudios primarios para una vacuna se basaban en exponer al individuo a tejidos ya infectados con la enfermedad a tratar, pero dicho proceso sólo se realizaba cuando la enfermedad menguaba (fuese menos grave), con el fin de generar una repulsión natural por parte del cuerpo a la afección, lo que permitía a su vez que al contagio con la cepa en sí, su letalidad fuese mucho menor a la normal. Debemos tener en cuenta que para ese entonces, el único sistema válido en la ciencia era el “ensayo y error”.

Suceso similar al anterior, ocurriría años más tardes a mediados de 1800, cuando la Viruela Bovina fue considerada como una variante de la enfermad, pero con mucha menor letalidad que la viruela común, lo cual se tradujo en una posible vacuna; y así fue, Edward Jenner, desarrollaría la vacuna contra esta enfermedad mortal, teniendo como base el pus de las heridas de las vacas que habían muerto por la trasformación del virus del hombre al animal. Con la llegada de la inmunidad a la viruela por medio de la vacuna, se hicieron escuchar numerosas voces en contra del “fármaco”, voces que sin argumentos aseguraban en las calles que su aplicación ocasionaba sífilis en los pacientes. Posterior a ello, en 1866 sería aprobada por el Parlamento la Liga Nacional Anti-Vacunación de Reino Unido, organización que fue desarrollada por antecedentes como el anterior; y que tenía como único objetivo revocar leyes de vacunación.

Luego de analizar el pasado de enfermedades y sus vacunas, y por supuesto, la disputa que se generaba entre grupos pro-vacunas y antivacunas; ahora es momento de hablar de ¿Por qué sí vacunarse? Y ¿Por qué no vacunarse? Contra el Coronavirus COVID-19.

¿POR QUÉ SÍ?

Las vacunas se han establecido como una necesidad para el ser humano. Es así, como a lo largo de la historia sus paulatinos descubrimientos han marcado un fin alterno a diversas enfermedades que han sido potencialmente letales; entre ellas están la hepatitis, rubeola, sarampión, influenza y enfermedades por neumococos. El fin común de la aplicación de una vacuna, se resume en un organismo capaz de reconocer un patógeno o agente causal de una enfermedad y poder erradicarlo con eficacia, sin necesidad de generar una alteración en la homeostasis que pueda conllevar a daños sistemáticos.

Las vacunas cuentan con un contenido de un agente patógeno atenuado que lo que permitirá al momento de ser inoculado dentro de la persona, es que su sistema inmune pueda “memorizar” sus propiedades y crear una línea de defensa que actúe de forma eficiente y más rápida; en pocas palabras, le enseñan al cuerpo a defenderse de un futuro contacto con una mayor facilidad. Dicha ventaja que otorgan va de la mano con síntomas leves, los cuales no generan ningún tipo de complicaciones mayores y que por el contrario; se resuelven con medicamentos básicos, e incluso en la mayoría de casos no se requiere su uso.

El fin de la aplicación de las vacunas, no tienen como única línea la protección de una sola persona; por el contrario, lo que busca en realidad es la efectividad dada hacia toda una población –en un efecto cadena–. Esto se analiza como el hecho de que un solo organismo competente representa un menor riesgo para contraer la enfermedad, y así a su vez, trasmitirla hacia los demás, lo cual incluye, por ejemplo, la población de alto riesgo como son los niños, personas inmunocomprometidas y adultos mayores, y va de la mano también con lo que se conoce como “inmunidad en rebaño”, que se establece como el proceso de mayor alcance dentro de un porcentaje de personas que logran la inmunidad, bien sea por vacunación o por exposición.

En vista hacia el futuro, también influye en la protección a generaciones próximas, dado que al no ejecutar una vacunación oportuna, se abre paso a la exposición a un evento de reaparición de enfermedades que, en su momento, gracias al cumplimiento riguroso de dicho proceso, se erradicaron. Por otro lado, la efectiva vacunación representa una disminución a la carga del sistema de salud en tanto a una baja en los casos de enfermedades que además pueden llevar a complicaciones y es por esto por lo que, la OMS se pronuncia sobre el tema determinando que la no vacunación es una verdadera problemática para la salud pública; y la cual, además, constituye un gesto de solidaridad y empatía con nuestros semejantes.

En nuestra próxima entrega hablaremos acerca de ¿Por qué no vacunarse?


REFERENCIAS

World Health Organization (2013). Vaccine Safety Basics: Learning Manual. WHO.

SOBRE LA COLABORACIÓN:

Este artículo fue redactado en conjunto con Valeria Montes Ruiz: Estudiante de medicina en la Pontificia Universidad Javeriana (Cali Colombia). Vicepresidente de la Asociación científica de estudiantes de medicina de la Pontificia Universidad Javeriana (ASEMPUJ) e integrante del Grupo de interés en medicina interna (IMIG).

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Juan David Solarte
Juan David Solarte

Consejero Municipal de Juventudes. Estudiante de Derecho de la Universidad Libre (Seccional Cali, Colombia) y miembro del Semillero de Investigación de Conflicto, Derechos Humanos y Cultura de Paz. Estudioso de la historia.

Artículos: 34

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