EL CULPABLE INOCENTE

Querida Claudia: quiero decirte que este año no esperaba nada de ti, pero aun así, lograste decepcionarme. También quería decirte que usaré estas letras para defender a quien culpas de tus desatinos, y mientras lo hago, quiero dejarte una invitación sobre la mesa: No denuncies un crimen yendo bañada en sangre.

Este país está condenado a su suerte por varias razones: tenemos una clase política ineficiente y sedienta de poder, tenemos discursos predominantes llenos de odio y resentimiento pero carentes de soluciones asertivas, tenemos dos bandos ideológicos muy ruidosos pero poco reflexivos, y tenemos una muy mala costumbre: esa de culpar a los ricos por la existencia de los pobres, o peor aún, culpar a los empresarios por las cifras de contagiados de este virus asqueroso que se está llevando muchas vidas.

En días recientes, la Alcaldesa Mayor de Bogotá, decidió volver a revolcarse en el lodazal que tanto le gusta y en el que se siente supremamente cómoda, el cual consiste básicamente en endilgar responsabilidades de su fracaso a cualquiera que no está en su gabinete y que no tiene nada que ver con su administración; y sí, parece loco lo que digo pero es así, y lo mejor de todo es que no es la primera vez que pasa. Con mis ojos la he visto culpar a los venezolanos de la inseguridad de la ciudad, y también la he visto responsabilizar a Duque de sus chambonadas; pero lo que dijo la semana pasada fue no sólo absurdo, sino descabellado por el contexto en el que estamos y por la situación caótica que vive la “ciudad de las oportunidades”.

El nuevo chiste de mal gusto se resume en culpar a los empresarios de esas cifras escalofriantes que salen todas las benditas noches en los noticieros; ¡Sí! ¡Exacto! ¡Sin ningún tipo de reparo decidió culpar a los patrocinadores de su salario y el de sus secretarios de medio pelo, de un colapso en el transporte público! Es que hay que ver que cuando uno menos se lo espera, Claudia sale con una perla nueva que supera a la anterior.

Decía Nayibe en su cuenta oficial de Twitter:

No sé a ustedes que les genera este señalamiento, pero a mi personalmente me hace reflexionar a profundidad sobre quién dirige el segundo cargo ejecutivo más importante del país, en el que sus decisiones (de mayoría funestas) tienen alcance en más de ocho millones de habitantes que ven en Bogotá una ciudad de oportunidades, y no un terreno fértil para protestas vandálicas, para tala de árboles que se perpetran en medio de la noche, o el “Disney World” de ladrones, carteristas y asesinos. Definitivamente, Bogotá es una ciudad fuerte, y lo sé porque se muestra erguida a pesar de ser vilipendiada por cuanto petardo populista que llega a gobernarla, y que pretende someterla a su agenda ideológica sin sentido.

Volviendo al chiste de Nayibe, surge una duda que se hace de obligatoria respuesta: ¿Es realmente el sector privado el culpable del colapso en Transmilenio? Evidentemente no. El mismo día en que Claudia López culpó a los empresarios del colapso, el Concejal Jorge Colmenares expuso que hubo una reducción en la operación del servicio, y obviamente dicha reducción resultaría en un aglutinamiento innecesario de personas que, lejos de reunirse para tirar piedras o partir vidrios, se veían apiñadas unas con otras por su afán de ir a trabajar, de ir a producir.

Los empresarios de la ciudad nuevamente se ven metidos en un embrollo dialéctico que los deja en el peor lugar; ellos, en su afán de sobrevivir a una pandemia, a restricciones arbitrarias promulgadas por mandatarios ineficientes y a bajas en sus ventas, tienen que lidiar también con señalamientos que los responsabilizan de algo que ellos no pueden resolver. Curiosamente, quien los señala es alguien que fue electa para protegerlos e impulsarlos, no para criminalizarlos desde la comodidad de su casa, en la que con hamacas y libros, describe lo “genial” del teletrabajo al que muchos ciudadanos no tienen acceso por distintas razones.

Claudia López tiene una extraña cualidad que le ha funcionado muy bien, y esto lo digo con dolor de ciudad; sus discursos populistas logran calar en el corazón de la gente, y ella consciente de eso, lo aprovecha para hacer dos cosas que pocos políticos en este país (todos de la misma línea ideológica) saben hacer. Lo primero es simple pero efectivo: crear un enemigo, y sustentar dicha enemistad basada en tonterías del calibre de “es que por mi género”, “es que porque soy lesbiana”, “es que porque soy hija de una maestra”, y cosas así. Lo segundo no es más complejo que lo primero, pero es el complemento de la justificación: “no es culpa mía, sino de este o de aquel”, y así, sin más, resuelve cada crítica y cada cuestionamiento que le hacen a su repulsiva administración.

Para hablar de datos e intentar aterrizar mi descontento a números, tenemos que solamente en Bogotá, fueron más de 53.000 empresas cerradas hasta enero del 2021 –esto reportado por la Cámara de Comercio y más de 300.000 puestos de trabajo borrados de tajo. Esto que les describo no sólo son cifras alarmantes, sino también son familias que hoy no tienen un sustento, también son sueños rotos y años de esfuerzos tirados la basura. En otras palabras, esto que les pretendo describir es una masacre empresarial, masacre que ha bañado en sangre a Claudia, mientras que ella se queda muy ancha señalando a quienes no se resignan a morir en medio de sus cuestionables decretos.

Los culpables según Nayibe son inocentes, y no sólo eso, también son el ejemplo que todo ciudadano debe seguir para aprender a lidiar con la frustración y la impotencia; no deja de asombrarme el brillo de los ojos de un empresario que en medio de deudas contraídas con el banco para pagar la nómina y con un déficit en sus cuentas, describe a su empresa como ese sueño materializado que no se difuminará en el tiempo, únicamente por los caprichos de una irresponsable carente de autocrítica. Confieso que me resulta fascinante ver a una emprendedora dispuesta a dar la buena batalla en la que contra señalamientos, restricciones y estigmatización, no está dispuesta a dejar morir sus ahorros y tampoco a sus colaboradores.

Desde acá, desde esta opinión personalísima pero sincera, dejo no sólo por sentado mi apoyo al sector privado en medio de esta guerra mediática que desde la Alcaldía inició, sino que también invito a quienes me leen para que reflexionen sobre el tema. No podemos seguir criminalizando al sector que genera la mayor contratación de mano de obra en el país. No podemos seguir permitiendo que más trabajos se pierdan por no tener autorización para que, donde trabajan, puedan abrir sus puertas a la gente, mientras que vemos como se conceden permisos para protestas que terminan en vandalismo dirigido a ellos, a los culpables inocentes que nada tienen que ver con las decisiones del gobierno. No podemos seguir alimentando esa falsa narrativa de que los empresarios quieren ver a la gente pobre; es cuestión de sentido común ver que es todo lo contrario, pues al empresario le sirve que usted tenga más plata para que le compre más.

Los culpables en la historia contada por Claudia, son inocentes en la mía y en la de muchos bogotanos que de a poco, se despojan de la venda y empiezan a ser críticos de lo que antes parecía irrefutable. 

POSDATAS

  1. Apoyo la desobediencia civil convocada por los empresarios y pequeños empresarios de San Victorino. Creo profundamente, en que no hay mayor gesto de revolución que ese: querer trabajar y dar trabajo, en medio de represiones y hostigamientos dialecticos y mediáticos propuestos por la administración de turno. 
  2. Ya va siendo hora de que la Alcaldía y su equipo jurídico, explique a la ciudadanía cómo ponderan los derechos con los que, supuestamente, fundamentan restricciones o excepciones a dichas restricciones. ¿Por qué se otorgan permisos y no hay rigor en la exigencia de protocolos de bioseguridad en marchas vandálicas (recuérdese el 8M), pero si es imposible permitirle al empresario abrir su local, aun cuando éste garantiza que cumple a cabalidad lo que le imponen desde la alcaldía?
  3. Veo con preocupación este puñetazo que se le viene pecho arriba al sector privado en relación a la reforma tributaria. Pelear con una pandemia, con una Presidencia desfasada en gastos y con una Alcaldía que los estigmatiza, no debe ser fácil… Ahora, meterle más impuestos a la lista de problemas, debe ser más que complejo.
  4. También ya va siendo hora de que los empresarios se organicen y se tomen los medios. Es necesario recordarle a la ciudadanía que ustedes pagan con sus impuestos los salarios de sus verdugos.
  5. Quien reniega del sector privado padece de dos posibles patologías: La primera es adoctrinamiento. La segunda es falta de proyección: ¿Quién no sueña con tener una empresa? Obviamente los mamertos que siguen dándose golpes de pecho con lo del proletariado, la plusvalía y esas pajas mentales.
  6. Es necesario que el sector empresarial del país reflexione sobre su manera de respaldar a políticos y apoyar a candidatos. Sin saberlo, puede que estén alimentando a quien mañana los matará de hambre.

SergioTorres
SergioTorres

Padre, Hijo, esposo, hermano y amigo. Estudiante de derecho (9 semestre), orientador laboral, columnista en medios de comunicación alternativos y fiel defensor de las ideas que considero correctas.

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