Con este pequeño juego de palabras a modo de pregunta en el título, doy la bienvenida a mis apreciados lectores, quienes desde aquel 5 de mayo en el que el gobierno anunció el retiro de la Reforma Tributaria en el Congreso, han observado y se han preguntado ¿Cómo el paro puede continuar y por qué se sigue convocando a manifestaciones masivas en las calles semana tras semana?
Partiremos de una vista imparcial. La convocatoria que se hizo bajo el nombre de 28A, fue planteada como una movilización pacífica en rechazo a la Reforma Tributaria presentada por el Gobierno Nacional ante el Congreso de la República; Reforma Tributaria que fue elaborada de forma unilateral, sin consenso y que, además, optaba por unas fuentes agresivas de donde se obtendrían los fondos para tal recaudo. Al inicio, la negativa del gobierno a retirar dicha propuesta provocó que este fenómeno social de rechazo a la misma se extendiera en los días, al mismo tiempo que aumentaba su violencia.
Finalmente, el día 5 de mayo, el Gobierno Nacional oficializó el retiro de la propuesta. Si bien, dicho anuncio en los medios de comunicación acerca de esta noticia fue en masa, la respuesta dada por el pueblo colombiano no fue la esperada por el gobierno; esto, puesto que el paro y las movilizaciones continuaron bajo la consigna de ser indefinidas.
LO DESTACABLE Y LO REPROCHABLE DE LO QUE HA PASADO EN EL PARO
Con lo siguiente, no intento desfigurar y desconocer la marcha pacífica, simplemente construyo un panorama de aquellos pequeños grupos netamente vandálicos que han intentado imponer una dictadura de las minorías y quienes sí, en realidad, han desfigurado la protesta social.
No se puede desconocer y dejar de felicitar a aquellas personas que participaron de las marchas de forma pacífica con cantos, bailes y muestras culturales; convirtiendo así, una movilización cargada normalmente de insultos, alcohol y drogas, en una protesta de plan familiar y exigiendo lo justo. Pero, lastimosamente, lo reprochable e inaceptable es lo mayor: muchas de las movilizaciones pacíficas perdieron su fin cuando algunos desadaptados optaron por romper, saquear y quemar los bienes privados y públicos –algo que lamentablemente es muy común en movilizaciones así–; aunque, en esta ocasión, la diferencia radicó en que aquellos agresores fueron capaces de enfrentarse disparo a disparo con la policía y los comerciantes que intentaban evitar los saqueos en sus negocios. Es justo aquí, donde se observa como la protesta social se deforma y termina siendo un acto terrorista; acto terrorista patrocinado por organizaciones como las FARC-EP y el ELN, quienes han sido interceptadas en llamadas telefónicas por la inteligencia del gobierno, logrando de este modo, apreciar la magnitud del plan en marcha que tenían dichos grupos guerrilleros para una toma de la ciudad de Cali.
Lo anterior, dejó en evidencia que ese pequeño grupo, no le interesa marchar; sino que, por el contrario, tan sólo se esmeró en la desestabilización y secuestro de las principales ciudades del país. Se lo podría catalogar como el brazo urbano armado de las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional.
El simple hecho de plantarse una toma a las principales ciudades del país, es un acto que es reprochable y el cual se sale de todo contexto de una manifestación pacífica, y se trasforma así, en casi un golpe de Estado armado y violento.
Algo, igualmente reprochable, son los abusos causados por pequeños grupos de ciudadanos y minorías étnicas, que han tenido el descaro de montar peajes ilegales para cobrar por su tránsito solicitando documentos de identificación a la ciudadanía; decretar paro armado; agredir a los reporteros de medios de comunicación; amenazar con dejar sin agua a una ciudad completa; causar un desabastecimiento de alimentos, gas y gasolina en departamentos como Nariño, Cauca y Valle del Cauca; y, además, llegar a violentar el derecho a la protesta de otras personas. Tanto unos como otros tenemos el derecho a protestar o a rechazar el protestar. Debemos luchar por la igualdad de este derecho y reafirmar nuestro grito a ¡NO deformar el concepto de protesta social!
Del mismo, no se queda atrás, ese muy pequeño grupo de elementos del orden pertenecientes a la Policía Nacional, quienes han desdibujado la institución gracias a sus acciones.
EL PROBLEMA: LA ANARQUÍA Y EL DESORDEN DE LOS DIRIGENTES DEL PARO
Si bien, hay un pliego de peticiones único, el cual se encuentra en discusiones con el Gobierno Nacional, este no es unificado; cada líder afirma representar un grupo o una línea de protestantes diferentes, quienes además, aseguran desconocer y tachar de ilegítimo el pliego de peticiones del prójimo, afirmando que no los representa. De este modo, se logra evidenciar como al interior de Comité del Paro Nacional se vive una anarquía y un desorden total, donde cada individuo tira para su lado, para el que más le conviene, y donde el más fuerte pasa por encima de los derechos y peticiones de los grupos protestantes minoritarios; es así como surge la pregunta: teniendo en cuenta el panorama descrito ¿Cómo el Gobierno negocia con un Comité del Paro y un pliego de peticiones que no representa a todos? Imposible, al igual que es imposible que el gobierno negocie con cada líder del paro ¡Si no se ponen de acuerdo para pedir, cómo será para recibir!
Es apenas necesario que los diversos dirigentes del paro nacional y sus diferentes líneas se pongan de acuerdo en al menos algo: identificar y rechazar aquellos actores que son partícipes de este bajo un financiamiento, y a su vez, a quienes invierten en los desordenes y secuestros de las ciudades.
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LA SOMBRA
Dejando a un lado las marchas pacíficas, el paro acaba cuando la fuente de ingreso que los financia se acabe. La injerencia de dinero en las protestas es clara, o ¿Por qué será que los campesinos no pueden salir más de un día a protestar y bloquear; mientras indígenas y pequeños grupos de ciudadanos no pacíficos si pueden permanecer por más de 40 días en paro en las calles sin afectar su economía personal? Sencillo, estos primeros –campesinos– paran de trabajar unos pocos días y sus cosechas se pierden o no tienen como sustentar su comida diaria; a diferencia de los otros, no hay una sombra oscura que los financie y les pague por destruir todo a su paso.
¡SI A LA PROTESTA PACÍFICA! ¡NO AL TERRORISMO SOCIAL FINANCIADO!