Hace miles de años Dios buscaba un nuevo rey para su pueblo, así que envió a Samuel a la casa de un hombre llamado Isaí, en dónde aconteció lo siguiente.
“Isaí hizo pasar a siete de sus hijos delante de Samuel. Pero Samuel dijo a Isaí: «El Señor no ha escogido a estos». Y Samuel dijo a Isaí: «¿Son estos todos tus hijos?» Y él respondió: «Aún queda el menor, que está apacentando las ovejas». Entonces Samuel dijo a Isaí: «Manda a buscarlo, pues no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga acá». Y envió por él y lo hizo entrar. Era rubio, de ojos hermosos y bien parecido. Y el Señor dijo: «Levántate, úngele; porque este es».”
(1 Samuel 16:10-12)
De lo anterior, se puede evidenciar que había un llamado por parte de Dios. Quizás David jamás pensó ser el elegido, ni siquiera su padre Isaí que presentó a sus siete hermanos como candidatos a tan grande oportunidad. David no fue ni la primera ni la octava opción; en definitiva, no lo era para él.
¿Se podría decir que David fue descartado categóricamente? La respuesta es sí, eso está claro. Su padre lo dio por menos, no lo consideró por ser el menor; a lo mejor por ser insignificante a lo que a sus ojos, respecta.
Ya conocemos la historia. Luego de no ser contemplado por su padre, Dios volvió a David rey de Israel ¿Qué vio en él? ¿Qué lo hizo especial? Permíteme introducir un poco sobre el carácter de David, quien en el libro de los Salmos nos lo expresa…
“Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré.”
(Salmos 28:7)
Además de su gratitud y gozo quisiera resaltar que él confío, es decir, tuvo fe en el Señor y creyó en Él: tuvo certeza ante toda adversidad. Sin embargo, hay un detalle que no se nos menciona, pero que al ser revelado les dará el poder de ser privilegiados con el favor de Dios.
“A David no le hubiera bastado simplemente con tener fe. Dirán «¡Cómo se atreve!» Me atrevo porque esto va a impactar vidas. Podemos encontrar en la Biblia qué: ¿De qué sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo? Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y saciaos», pero no les dais lo necesario para su cuerpo, ¿De qué sirve? Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta.”
(Santiago 2:14-17)
Debemos establecer los elementos mencionados anteriormente relacionados con una máxima liberal como lo es el trabajo; en resumen, sus pensadores entre consensos y desacuerdos han acertado mayormente, al respecto, en ese punto.
Bien lo ejemplificó Adam Smith cuando dijo:
“El esfuerzo natural de todo individuo para mejorar su propia condición, cuando se ejercita con libertad y seguridad, es un principio tan poderoso que, por sí solo y sin ayuda alguna, no es únicamente capaz de conducir a la sociedad a la riqueza y a la prosperidad, sino a superar el centenar de obstrucciones impertinentes con que la locura de las leyes humanas obstaculiza, con demasiada frecuencia, su funcionamiento.”
De todo lo anterior: No importa tu aparente irrelevancia, si pareces ser invisible incluso; tu condición primaria no determina los limites accesibles ni el legado que dejarás. El confiar en la visión acompañado del obrar te llevará a ti, tu familia, tus amigos y a tu país a lugares de grandeza y de bienestar. Incluso no influye si no eres creyente, el mensaje es el mismo: Levántate, sacúdete el polvo y ve a patear traseros porque no necesariamente tus circunstancias cambiarán si lo intentas, pero en definitiva, jamás lo harán si no lo haces.
Adicionalmente, quisiera compartirte una reflexión inherente a la temática que nos convoca, abordada desde una perspectiva más humana:
“La grandeza de unas personas está en pequeños detalles que, en principio, no parecen importantes, pero que moldean en acero inolvidable; eso las hace únicas. No son inequívocas, aun así, siempre tienen una palabra de aliento, una mano amiga extendida, un buen pensamiento y una buena acción. Les pertenece una gran capacidad de empatizar, captar, proteger y fraternizar con emociones ajenas. Esto es lo que las hace grandes y bellas.
Suelen sacar sonrisa, haciendo que un día difícil sea llevadero porque al fin y al cabo, hacernos sentir diferentes es lo que convierte a alguien en imperdible y, a pesar de que la vida te separe en ocasiones de ellas, te convertiste en alguien mejor desde que las conociste y eso es eterno. Como dice el dicho: «La grandeza de una persona se mide por la lealtad de su corazón y la humildad de su alma».”