Quiero expresar mi sentir basándome en una analogía muy simple: busco mostrar como el Estado, un laboratorio, los políticos, los científicos, los ciudadanos, las ratas del laboratorio y los experimentos juntos con los planes de gobierno, tienen un parecido entre sí. Espero poder lograr mi cometido.
Lo que hoy se vive en Colombia es lo más parecido a un experimento que no tiene buena pinta y que según lo que creo correcto, está condenado al fracaso. Este experimento del que les hablo es bastante peculiar porque tiene efectos vinculantes, o sea, no se le consulta a nadie si quiere o no quiere participar, simplemente se le condena a hacer parte del despropósito que apenas va tomando carrerilla, pero que para el 2022 ya estará en marcha andando a una velocidad peligrosa, tanto como el encontronazo que nos espera con una pared llena de grafitis de Marx, El Che Guevara, Chávez y los Castro. Así es el relato predominante actual –y su candidato–; tiene ese perfume de izquierda que jamás ha funcionado, pero que se mantiene vigente gracias a odios creados para el beneficio de sus carreras políticas.
A modo introductorio, me permito proponer a la ciudadanía como las ratas del laboratorio. Nosotros, la ciudadanía, debemos entender de una buena vez que estamos siendo usados como quien usa a roedores para sus ensayos. Cabe precisar que lo que nos hacen a nosotros es risible; nosotros por medio de nuestras contribuciones –impuestos– pagamos el sostenimiento del laboratorio –Estado– que juega con nuestra suerte, y también pagamos los salarios de los científicos –políticos– que experimentan con nuestro presente y con el futuro de quienes no han llegado, pero que están forzados a ser usados como “conejillos de indias” en bucle de ensayo y error.
Para materializar esta aberración se apoyaron en un modus operandi simple: por medio de dosis discursivas implantaron en los genes de las ratas un odio y un resentimiento a quien no comulga con el credo diseñado desde el populismo más repugnante que hoy pueda existir. En resumen, la realidad colombiana, esa que se vive en un extenso laboratorio, es la de un bando ideologizado que quiere acabar con el otro, y todo porque los científicos –políticos– que lideran las investigaciones parecen no haber saciado su ego.
Uno de los experimentos que se vislumbra a lo lejos (no tanto como quisiera), es el de la implementación de una narrativa que, incapaz de resolver los problemas de las ratas, los empeorará. Ahora las ratas no lo ven, pero cuando reaccionen, se darán cuenta que ese mismo experimento se ha intentado ejecutar en otros laboratorios y no ha resultado bien. Y sí, lo sé, es raro ver a laboratorios y científicos ir en contra de la evidencia, pero el experimento se sustenta en eso: en anteponer una ideología pasional y victimista sobre la evidencia científica y empírica, la misma que nos muestra que aún cuando repitas 100 veces el socialismo, nunca va a funcionar.
Dicen que hubo una rata que logró escapar del laboratorio y que antes de irse juró volver. Algunos esperan a esa rata con la ilusión de que con ella traiga nuevas ideas. La rata se llama Libertad, y confío en que un día aparecerá con un antídoto para el menjurje con el que logran que las ratas amen al científico que experimenta con ellas. Cuando Libertad llegue, el populismo no tendrá efecto en las ratas que se habrán inmunizado.