Los resultados electorales de Javier Milei han sido verdaderamente sorprendentes. Las encuestas le venían dando, a lo largo de toda la campaña, un máximo de 25 % de los votos totales. No obstante, obtuvo más de 30 % y se erigió como el ganador indiscutido de las PASO (Elecciones primarias en Argentina).
Otros datos interesantes son que el actual Ministro de Economía, Sergio Massa, obtuvo solo alrededor de 21 % de los votos, el Partido de Gobierno un 26 %, y JxC (Juntos por el Cambio) hizo una elección pobre con casi el 28 % del total. Los resultados son completamente inesperados, cuando se vaticinaba una paridad en el primer puesto entre JxC y el oficialismo, y un tercer lugar para el candidato libertario.
Cabe aclarar, además, que estos datos situarían a Milei en una segunda vuelta electoral, disputando ya sea con Patricia Bullrich o con Sergio Massa la Presidencia de la Nación.
Yendo a los impactos concretos en economía, existen puntos que incrementan la incertidumbre, pero otros que muestran un panorama que podría ser alentador hacia adelante.
Entre los puntos que alimentan la incertidumbre están sus propuestas radicales como dolarizar la economía, recortar fuertemente el gasto público y abrir unilateralmente la economía al comercio.
Todas estas medidas son difíciles de realizar en un país culturalmente peronista, con un Congreso donde un eventual “mileísmo” no va a tener mayoría y con un equipo de Gobierno que hasta el momento tenía pocos miembros con “experiencia en gestión”. ¿Cómo decantarán finalmente estas propuestas en la práctica? La incógnita sobre estos temas puede explicar la subida de ciertas cotizaciones del dólar que se vieron tras verse los resultados de los comicios. También podrían explicar algunas correcciones de los mercados a corto plazo.
No obstante, estos impactos pueden limitarse solamente al corto plazo. Es que, si pensamos en el panorama electoral general, aparece un conjunto Milei-Bullrich que capta casi un 50 % del electorado, contra un kirchnerismo que cosecha algo así como el 26 %. Es decir, la mayoría de los votantes hoy ha girado hacia posiciones más liberales en economía, que defienden la propiedad privada y que prometen priorizar el orden público combatiendo de frente a la delincuencia.
En este marco, si bien es posible que no sea factible políticamente una dolarización, hoy Argentina está votando por ponerle un fin contundente a la inflación, por bajar el público y por reducir de forma significativa las interferencias del Gobierno en la actividad privada.
Nada de esto es contraproducente para la economía. De hecho, son cuestiones absolutamente necesarias para reactivar el crecimiento y recuperar la estabilidad. En este contexto, el debate solamente debería limitarse a si las políticas deben implementarse como un shock o de forma más gradual.
Habrá que ver si, a diferencia de 2015, un discurso de campaña más frontal y más sincero habilita políticas más de fondo y más profundas de las que se intentaron implementar en el Gobierno de Macri. En definitiva, la tesis que hoy triunfa es que la crisis de Macri se debió a su falta de honestidad en campaña y a su tibieza en la implementación de las reformas.
¿Llegó el “segundo tiempo”? Podría ser. Pero no de la mano de Macri, sino de la de Javier Milei. Los mercados tienen motivos para dudar, pero si se terminara de implementar parte del programa de austeridad, desregulación y apertura, acabarán festejando.
NOTA:
La versión original de este artículo apareció por primera vez en el portal Infobae: Hacemos periodismo.