FAKETIVISMO: Entre la hipocresía y la complicidad

Ser yo mismo me hace libre.

–Libertad Diversa.

Por suerte, en los últimos años hemos visto un auge del activismo en muchas partes del mundo, y con la llegada de la era digital, este se potencia y alcanza lugares donde antes no se creía que pudiese existir. Internet, y en especial las redes sociales (RR. SS.), han servido como la chispa inicial de varios procesos de insurgencia en distintas partes del mundo y son ejemplos de lucha por los derechos individuales. Sin embargo, hay que admitirlo, es común encontrarse con la palabra activismo y no entender muy bien su significado, a quienes se les puede llamar activistas y qué los caracteriza.

Si revisamos la segunda acepción recogida en el website de La Real Academia Española (RAE), tendremos que activismo es el “ejercicio de proselitismo y acción social de carácter público, frecuentemente contra una autoridad legítimamente constituida”. Es decir, un activista es aquella persona que practica acciones sociales públicas contra un régimen o autoridad.

No obstante, con el surgimiento de los movimientos disidentes, han aparecido activistas en diversas áreas como pueden ser los derechos de las mujeres, de los hombres, de las minorías étnicas o sexuales, de los animales, del body positivity, entre otros. Y esto no es malo, pero se ha generado el caldo perfecto para que cualquiera pueda utilizar la etiqueta sin apegarse a la acción misma.

A estas personas he comenzado a denominarlas “faketivistas”. ¿Y qué hay de extraño con que se muevan tanto por Internet como en la vida real? Pues que casi siempre terminan siendo mediáticos que arrastran una inmensa cantidad de seguidores, aunque, al estar parcializadas, generan una cámara de eco muy complicada de ignorar. Para ilustrar lo que digo, en vez de seguir dando vueltas sobre los conceptos y la existencia de este tipo de personas, quiero ejemplificar de forma breve con algunos casos recientes.

DEVERMUT: PROSELITISMO POLÍTICO Y DENUNCIAS FALSAS

Devermut es un “dueto influencer” proveniente de España que, hace un par de años, comenzó a tomar relevancia en redes sociales.

Con el arribo de la coalición conformada por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y Podemos-IU (Unidas Podemos) al poder, el dueto recibió mayor notoriedad, incluso llegando a ser contratadas por escuelas públicas de España y otros países para dictar charlas sobre minorías, lesbianismo y relaciones sanas. En Instagram se hicieron reconocidas por su “posts explicativos” sobre problemáticas específicas que tenían lugar en determinados países; curiosamente, dichos posts siempre suelen incluir alguna crítica directa al patriarcado o a algún Gobierno “de derecha” que ellas consideran violan los derechos humanos, mas nunca han publicado sobre la represión en Cuba o Venezuela, mucho menos sobre lo que les sucede a las minorías en esos países.

La cereza del pastel se dio cuando, a finales del verano de 2021, acusaron al personal de un reconocido pub de su país de haberlas discriminado por ser “bolleras” (forma despectiva de referirse a las lesbianas). Desde el local sostuvieron que no fue eso lo sucedido y que recurrirían a la Justicia Española con las pruebas que presentaron también en redes sociales, pues fue la pareja de influencers quienes iniciaron el altercado que resultó en su expulsión.

Devermut perdió miles de seguidores durante los siguientes días y se especuló que varias de las marcas, con las que colaboraban, les retiraron el patrocinio.

LIZZO: DEL BODY POSITIVITY A LOS RECLAMOS POR ACOSO

Lizzo es una cantante y rapera estadounidense conocida por su reivindicación constante de los cuerpos grandes, del body positivity, y su activismo en defensa de las personas afrodescendientes y de las minorías.

Aunque la carrera de esta artista no es reciente, este año empezó a tomar mayor notoriedad gracias a la potencia de sus discursos pronunciados en diversas instancias de premiación. Sus palabras reivindicativas abarcan desde el empoderamiento femenino, la lucha por los derechos LGBTIQ+ y de las personas afrodescendientes, hasta la aceptación de los cuerpos grandes en una sociedad cada vez más inclusiva.

No hace mucho, una demanda contra Lizzo, su empresa de producción y la capitana de su equipo de bailarinas, fue interpuesta en un tribunal en Los Ángeles, alegando que se encargaron de generar un ambiente laboral hostil. Entre los cargos que lista la demanda figuran: acoso sexual, religioso y racial, discriminación por discapacidad, agresión y privación de la libertad.

Lizzo, considerada una de las activistas “plus size” más relevantes de los últimos años, también habría emitido comentarios despectivos sobre el aumento de peso de una de las demandantes, justo antes de despedirla.

Por su parte, la cantante respondió públicamente a las acusaciones, asegurando “No estoy aquí para que me vean como una víctima, pero también sé que no soy la villana como la gente y los medios me han presentado estos últimos días”.

La demanda exige una compensación monetaria aun no especificada. Lo más dramático del asunto, es que el pasado jueves 21 de septiembre, se dio a conocer a través de la revista Rolling Stone que la cantante enfrenta una nueva demanda por cuestiones similares a la primera.

LOS 33 DE VALENCIA: ACTIVISTAS INCAPACES DE SEÑALAR LA VERDAD

A finales de julio de 2023, la Policía Política (Policía Bolivariana) de Nicolás Maduro irrumpió en un local dirigido a la población gay en la ciudad de Valencia, Estado de Carabobo. Detuvieron a 33 hombres de entre 21 y 57 años, a quienes se les imputó diversos cargos, entre ellos “ultraje al pudor” y “contaminación sónica”.

Evidentemente, ninguno de los supuestos delitos cometidos por los 33 hombres existe, sino que, haciendo uso de un código penal obsoleto y arbitrario, las fuerzas estatales pretendían extorsionarlos. Muchos activistas y organizaciones civiles abocados a la defensa de la comunidad LGBTIQ+ denunciaron el hecho como un presunto caso de “homofobia de Estado” (sic) e hicieron mucho énfasis en señalar al Gobierno de Maduro por el retraso en materia de derechos e igualdad.

A ver, no me malinterpreten, por supuesto que en Venezuela existe un retraso generalizado en cuanto a derechos individuales; también es cierto que el Estado venezolano, y el chavismo como gestor del mismo, es profundamente homofóbico. Sin embargo, en un contexto de anomia absoluta y de abuso constante, es difícil intentar diferenciar a las víctimas por características específicas como su orientación sexual, su identidad de género, entre otras.

Evidentemente, el caso de los 33 supone una violación frontal de los derechos de cada uno de esos hombres, a quienes además se les expuso al escarnio público y se les estigmatizó desde varios medios de comunicación locales. Pero lo más sorprendente de todo el proceso, fue ver a algunas organizaciones que supuestamente defienden a la comunidad LGBTIQ+ en absoluto silencio, mientras que otras fueron incapaces de señalar firmemente al régimen de Maduro como lo que es: una tiranía criminal.

A su vez, en el ámbito internacional, fueron pocas las organizaciones y los activistas que denunciaron enérgicamente el atropello a la libertad de los 33 en Valencia. Puedo sostener que no vi a ninguna agrupación de las que previamente habían denunciado a Bolsonaro o a Trump como parte de la “derecha homofóbica”, decir nada sobre los atropellos de Maduro.

#METOO Y #YOSITECREO EN CARACAS: LA ACUSADORA ES ACUSADA

Es un hecho que en Venezuela, todo lo referente a derechos individuales se encuentra sumido en un profundo atraso. No obstante, los últimos años han sido muy dinámicos con respecto a denuncias sociales que se han elevado desde la población.

Al no existir unos niveles mínimos y esperables de Justicia, la gente se vuelca a las redes sociales para señalar a sus agresores. Esto, aunque varias veces ha funcionado, puede resultar en situaciones donde, en vez de conseguir Justicia, se comienza una caza de brujas.

Entre la vorágine que generó el levantamiento de los temas #MeToo y #YoSiTeCreo, señalando a personas más o menos relevantes del ámbito público en Caracas, una voz se abanderó entre las más inquisidoras. Una activista transexual, estudiante de una prominente universidad privada capitalina, aprovechó sus numerosos seguidores para señalar y ensañarse con algunos denunciados.

Hago referencia al término inquisición porque eso fue lo que asemejó el movimiento de esta activista contra algunos de los individuos, a los que no se les pudo comprobar que hubiesen actuado según lo denunciado. Aunque otros tanto si admitieron conductas reprochables, a la mayoría no se les abrió investigación alguna en ningún ámbito.

Durante agosto de 2023, un par de años después del auge de las denuncias en Caracas, esta activista trans fue acusada de cometer acoso y abuso, tanto psicológico, como físico. Las denuncias, hechas mediante la red social X (antes Twitter), se hicieron virales en cuestión de horas. La activista suspendió sus cuentas, y algunas agrupaciones y ONG emitieron comunicados desmarcándose de su imagen.

EN CONCLUSIÓN

Los anteriores cuatro (4) ejemplos, son apenas un resumen muy pormenorizado del faketivismo que me inspiró a escribir estas líneas. Considero que los activistas debemos plantarnos firmes ante la presencia de ciertos factores que aprovechan los movimientos y la viralidad de las RR. SS. para difundir discursos ajenos a la libertad.

SOBRE EL AUTOR:

Víctor Márquez Cassinese: “La derecha me dice «progre», la izquierda me dice «facho»”. Analista y escritor de origen venezolano radicado en Uruguay. Por la vida, la libertad y la propiedad.

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