EL BANCO CENTRAL Y SU RESPONSABILIDAD EN LA CONTAMINACIÓN

Existe el eterno relato que se está destruyendo el medio ambiente y que es el “capitalismo salvaje” lo que ocasiona la destrucción del ecosistema, y que el desequilibrio de la naturaleza por el uso indiscriminado de recursos no renovables nos llevará camino a un “Armagedón ambiental”. Pero, ¿Es acaso el capitalismo lo que está generando este desbalance del que tanto hablan los profetas ecológicos?

Recordemos que ya habíamos hablado de que el capitalismo es lo más alejado del consumo indiscriminado como lo quieren plantear algunos falsos economistas, políticos e influenciadores sociales. Tal cual hemos visto, el capitalismo es el ahorro constante de aquel capital que no se consume; es decir, de aquel dinero que me queda después de haber sufragado lo que necesito para vivir. Ese dinero pasará a ser parte de mi ahorro y, posteriormente, se invertirá en la adquisición de un mayor bien de consumo –vehículo, casa, viaje, entre otros– o invertir en un bien de capital. Pero, si el capitalismo me exige que debo optar por una vida de ahorro y pensamiento a largo plazo (preferencia temporal baja), ¿Qué es lo que me hace consumir y le llaman capitalismo?

Para responder a esto, hay que ver cada cuatro años como cada político grita más fuerte que él traerá una prosperidad nunca antes vista en el país, y que sacará a la nación del atraso y el subdesarrollo. Este político promete que en sólo cuatro (4) años aumentará las exportaciones, habrá comida, techo y dinero en el bolsillo de toda la ciudadanía. En pocas palabras, seremos una potencia económica mundial en esos cuatro años o menos. Esto se lograría, según él, impulsando el consumo de los bienes producidos en el país y que mal haríamos en ahorrar tomando en cuenta que las tasas de interés están bajísimos ¡Que seríamos unos tontos si no compramos ahora!

El político para poder impulsar esta prosperidad nunca antes vista se reúne con el Banco Central y le dice: “Señor Banco Central, yo requiero que la gente pueda comprar más, puesto que entre más consumen más se producirá, y si más se produce más empleo habrá. Así, las empresas necesitarán contratar personal para que se pueda echar mano de más producto final listo”… Y como lo dicen los Simpson: en teoría el comunismo funciona… “en teoría” –asimismo esta idea únicamente funciona en teoría, pero sigamos–. El banquero central le responderá al político: “Claro que sí; imprimiré más dinero para que la gente tenga en su bolsillo y así pueda consumir más”. El banquero central corre a bajar las tasas de interés para que la gente pueda endeudarse más barato y pueda consumir a sus anchas; este efecto traerá consigo un aumento en el consumo y, por ende, se requerirá mayor compra de materias primas para hacer los productos, desencadenando así un frenesí en el consumo de bienes naturales y no naturales que aumentan de manera abrumadora la contaminación que antes no se veía, debido a que a un ritmo normal de consumo los desechos se podrían disponer de mejor manera.

Vamos a poner un ejemplo de lo que acabo de decir: En una ciudad un carpintero vende unas camas de un finísimo roble que tarda 80 años en madurar; y tomar ciertas características para que se considere una buena madera para hacer camas. La demanda de este producto es de cuatro camas al mes, ya que al ser tan finas, su precio es muy elevado. Este precio sólo lo pueden pagar las personas que previamente han ahorrado y, como existe exclusivamente una demanda de cuatro camas al mes, solamente se tendrán que talar dos árboles al mes para satisfacer la demanda de materia prima del carpintero; de esta manera, se conserva un equilibrio y una producción ecológica, puesto que al cortar dos árboles al mes, el maderero sabe que tiene que sembrar cinco árboles más para mantener un equilibrio en el bosque. Resulta que cinco parejas estaban ahorrando para poder comprarse esas camas de roble finísimo, y según sus cuentas, tardarían tres años en poder acumular el capital para poder adquirir esa cama; pero como ahora por orden del político y la complacencia del Banco Central, el endeudarse resulta más barato que ahorrar. Entonces, las cinco parejas prefieren pedir un préstamo y comprar esa cama, y así no tener que esperar tres años para adquirirla. Ahora, el carpintero tiene que hacer ya no cuatro camas, sino nueve camas en total. El carpintero no se explica ese aumento de la demanda por sus camas; cree que el nivel de ahorro aumentó y que lo único que sabe es que para poder cumplir con el pedido de esas cinco camas adicionales, deberá pedir tres árboles más al maderero. El maderero no entiende este aumento de la demanda por el roble y empieza a cortar más árboles, pero desafortunadamente no tiene la capacidad de plantar los 15 robles adicionales para mantener el equilibrio entre lo cortado y lo sembrado.

El maderero cree que sólo será por un mes este aumento en los pedidos. Pero, como el banco central continúa con su política de tasas bajas, asimismo el consumo de sus camas se mantiene y el carpintero tiene que pedir cada vez más madera para satisfacer esta demanda. El maderero continúa la tala de árboles, y ya no eran cinco árboles como el mes pasado, ahora son diez más y no tiene como sembrar esos 50 árboles adicionales para remplazarlos; y a esto se suma que aún no ha terminado de sembrar los 15 árboles del mes pasado que le correspondía sembrar para mantener el equilibrio de la producción. Además, debe sumarle el uso de laca por parte del carpintero; para las cuatro camas al mes usaba 10 latas de laca y ahora usa 35 latas de laca, aumentando también la contaminación del aire por laca en exceso que no se debería estar produciendo en este momento, sino hasta dentro de tres años que las parejas tendrían el dinero ahorrado para comprar sus camas.

Resulta que el Banco Central decide que aumentará las tasas porque ve un aumento de la burbuja, y no quiere que esto crezca hasta que sea inmanejable la situación. Al hacerlo, la demanda de camas de roble disminuye de un día para otro. Las parejas que habían dado la cuota inicial para comprar la cama deciden no comprarla y cancelan el pedido; pero ya es demasiado tarde, los árboles ya fueron cortados y nadie sabe qué hacer con esa madera, pues el carpintero ya no recibirá ese pedido de madera y ya no se pueden volver a sembrar los árboles cortados.

Así pasa en todos los ámbitos de la economía ante una política de interés baja. El aumento de producción desproporcionado por un mensaje errado al mercado al pensar que el nivel de ahorro de las personas ha aumentado, hace que se consuma más bienes escasos de lo normal y dichos bienes no son recuperables, dando como resultado una deforestación para el ejemplo de las camas, que no hubiese pasado si se mantuviera el ahorro de las personas y no se impulsara un proceso de consumismo por orden de un político que quería mostrar unos resultado rápidos en menos de cuatro años que dura su ejercicio del cargo.

Muchos se preguntarán, ¿Pero si eso es así, por qué seguimos con esa forma de economía? La respuesta es porque desde la academia (colegios y universidades) se enseñan este tipo de políticas. Esta idea de impulsar el consumo por encima del ahorro la ingenió John Maynard Keynes; corriente a la cual se le llama Keynesianismo y cuya meta principal es destruir el ahorro bajo la premisa de que si se ahorra, no habrá dinero para consumir y la economía caerá… Sin embargo, hemos visto ya como esta visión consumista está haciendo estragos en el medio ambiente. Ahora ya saben que el Keynesianismo (existencia del Banco Central) impulsa el consumo de forma irresponsable, mientras que el capitalismo promulga el ahorro; por ende, cada vez que se dice que el capitalismo está acabando con el medio ambiente, sabemos que es mentira, y que es el consumismo es impulsado por los políticos y el Banco Central, precisamente, los que están acabando con el medio ambiente y los más interesados en ralentizar o tirar al suelo la necesidad de que la riqueza la concentre la ciudadanía, no el Estado.

Como ven, es necesario cambiar la forma en que se ve el tema del consumo; es el político que te impulsa a hacerlo para así mover las estadísticas de la economía y el mostrar unos resultados temporales, esto mientras dura su mandato y así mantener una popularidad alta. Pero, ¿A qué costo? Al costo de estar ocultando la destrucción que trae este consumo irresponsable impulsado por sus políticas de crecimiento insostenible. Además de lo anterior, hay que pensar no sólo en la destrucción del medio ambiente, sino también en el aumento en el endeudamiento de los hogares.

Carlos Jaimes
Carlos Jaimes

Administrador de empresas, con especialización en finanzas. 8 años de experiencia en el sector financiero, y en fondos e inversiones.

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