LA ISLA DE LOS HORRORES

Un guardia joven de la isla, cortejaba a una bonita joven, que había sido deportada allí. Él la protegía. Un día, que tuvo que ausentarse unas horas, le dijo a un compañero «¡Cuida de ella!» Pero con aquella gente, el compañero no pudo hacer mucho…

Unos cuantos cogieron a la chica, la ataron a un álamo y le cortaron el pecho, los músculos; todo lo que podían comer. Estaban hambrientos. Para cuando el guardia volvió, ella todavía estaba viva y gritaba, pero había perdido mucha sangre, y murió.

Declaración de Taissia Tchokareva para la “Comisión de Investigación del caso Nazino” (1933). Documental “La Isla de los Caníbales”, emitido por RTVE-2 en el programa “La Noche Temática” (2009).

Son pocas las historias que logran sobrevivir a su natural sepultura en las arenas del tiempo. Las razones de ello son, cuanto menos, innumerables. Están las que tienen una relevancia histórica atemporal, otras, aportan un conocimiento elemental de obligatorio aprendizaje para todos y, existen algunas –más de lo que se querría–, que aun cuando la fuerza del olvido se esmere; se tiene el deber de recordar. Este es el caso de una de esas historias, y espero servir como eco –a través de estas letras– para mantenerla vigente, ya que deja en total evidencia, la crueldad y el sadismo que traen por defecto todo régimen totalitario.

Nos situamos en los primeros meses de 1930; en la Rusia estalinista. En ese momento, estaba en marcha un proceso de industrialización sin precedente alguno. Era parte crucial del gran plan de modernización del país, un requisito indispensable para Stalin y su implementación final del socialismo “todavía en construcción”. Para ese entonces, ya estaba en rigor la “colectivización agrícola”: una política draconiana que permitía adquirir las tierras a precios irrisorios, obligar a los campesinos a trabajar en ellas y venderle casi la totalidad de la producción al Estado; obviamente a precios ridículos, fijados por el propio dictador, extrayendo de allí la ingente cantidad de insumos necesarios para el “éxito” de todo.

El resultado de esta política, como era de esperarse, fue desastroso, y en 1932 conjugó una fuerte crisis por la escasez de cultivos; producto del rechazo de los campesinos a seguir trabajando bajo condiciones inhumanas y de total explotación. Lo anterior, fue la principal causa de lo que se conoce como el Holodomor Genocidio ucraniano, una gran hambruna, de la cual se acusa a Stalin de crear a propósito con el fin de exterminar a los ucranianos. Este ha sido uno de los más grandes genocidios de los que se tiene registro y que extinguió la vida de entre 1.5 y 12 millones de seres humanos –tomando la mínima y la máxima estimación–.

Fueron casi diez millones de personas, provenientes de regiones de Ucrania y el Cáucaso, que caminaron en dirección a las grandes ciudades como Moscú; solo impulsadas por la más cruda hambre y la fe de encontrar un plato de comida en aquellas grandes urbes. Este ingreso masivo de campesinos famélicos a la capital, causó una fuerte molestia en el dictador; al punto de acusar, a aquellas hambrientas personas, de ser “contrarrevolucionarias” y “enemigos del socialismo emancipador de la clase trabajadora”.

Aproximadamente, entre finales de enero y principios de febrero de 1933, el propio Stalin, remite a Guénrij Grigórievich Yagoda: el Comisario del Pueblo para Asuntos Internos y jefe de la Policía Secreta, una misión para detener el éxodo masivo. Yagoda, conocido por su crueldad, emprende el llamado “Plan Grandioso”, que se basó primero, en desplegar unidades especiales a las carreteras de acceso a la ciudad, interceptando a los caminantes y persuadiéndolos con la amenaza de ser mano de obra para el reacondicionamiento de los territorios de Siberia y Kazajistán –en otras palabras, purgar una condena en un gulag–. Pero no todos cedieron ante tal amenaza y lograron entrar; su gran motivación: la de no morir por inanición. Para deportar a los que ya habían ingresado a Moscú, se creó un pasaporte interno, siendo su única función, la de identificar con mayor facilidad a esos “elementos no deseados”.

Un grupo considerable de campesinos, sabiendo de antemano que solicitar dicho pasaporte seria infructuoso, se escondieron y empezaron a trabajar de manera “ilegal”. Esta situación, que ponía en claro riesgo al endeble y precario aparato de redistribución alimentaria, causaría una respuesta más severa por parte del régimen, creando así, una milicia especial para arrestar y deportar a los “polizontes”. Los resultados de esta nueva milicia se vieron en el corto plazo, arrestando a más de 73 mil campesinos indocumentados, los cuales, en su mayoría, se les dio una condena inmediata y expedita a los gulags de Siberia y Kazajistán; lugares donde el frío era capaz de unir el hierro de las herramientas con la piel.

El número de arrestados siguió creciendo, y con ello, se agotaba el espacio en las prisiones y gulags. El punto de desborde se dio aproximadamente después de la festividad del primero de mayo de 1933, donde se arrestó aproximadamente a un millón de personas (cifra estimada). Miles de estos vilmente denominados “elementos desclasados y socialmente dañinos” fueron embarcados en un tren con destino al campamento de transito de Tomsk; cuyo principal objetivo era el de tramitar a los “deportados especiales”. De allí saldrían las seis mil almas, condenadas aun sin saber, a la Isla de los HorroresNazino.

Aunque la finalidad era sacar a los campesinos de la capital, debido a la obligación de cuotas de arresto y deportación, empezaron a caer víctimas inocentes, así como ladrones de poca monta, vagabundos o contradictores. Novozhílov Vl, de Moscú, el cual era un conductor en la fábrica Kompréssor y fue premiado en tres ocasiones por su labor; estaba terminando su trabajo y se preparaba para ir al cine junto a su esposa; mientras ella se vestía, salió a comprar tabaco y fue arrestado. Otro de los casos fue el de Gúseva, una anciana que vivía en Múrom y estaba casada con un viejo comunista, oficial en jefe de la estación de trenes de Múrom y en la que trabajó durante veintitrés años; su hijo también trabajaba allí como aprendiz de maquinista; Gúseva vino a Moscú para comprar un traje a su marido y algo de pan blanco, pero sus documentos no la ayudaron.

La Kommandatura AlexandroVakhovskaya encabezada por Dimitri A. Tsepkov, recibió en febrero de 1933 un telegrama; éste avisaba la llegada de miles de deportados del campamento de Tomsk para el mes de junio. Sorprendido por la prontitud, el Kommandantur se vio estupefacto al llegar un segundo telegrama el 5 de mayo, anunciando que el primer grupo de deportados ya estaba en camino. Sin capacidad habitacional y temiendo que eran reos de alta peligrosidad, decidió junto con sus hombres, que el campamento debía estar en un sitio apartado del pueblo agricultor que tenían alrededor. En la búsqueda desesperada, encontraron una isla a 70 km del campamento Alexandro, una isla a mitad del río Obi; que en palabras del Kommandantur, sólo poseía algunos pantanos, álamos y bosquecillos. Isla que lleva por nombre Nazino.

Para el 18 de mayo de 1933, llegaron los primeros 4.900 deportados en 4 gabarras. Con pocos guardas disponibles, a la administración le tocó contar más de 12 horas seguidas, dando como resultado a 332 mujeres, 4.556 hombre y 27 cadáveres de quienes no sobrevivieron al viaje. La mayoría no podía siquiera mantenerse de pie, estaban casi desnudos ante el inclemente frío siberiano y desnutridos por el hambre que cargaban desde el inicio de su desdichado viaje. Ya instalados en la isla, la crueldad y el sadismo no se hicieron esperar, y empezó a observarse con el procedimiento de extracción de coronas de oro a los cadáveres. Esta profanación, se transformó en el principal tráfico dentro de la isla. El auge, dio paso al asesinato en lugar de esperar la muerte “natural” de las víctimas.

Aquella crueldad también sepultó el corazón y la mente de los guardias. Los de más bajo cargo –guardias penitenciarios–, mataban a los recién llegados a la isla para quitarles un abrigo, dinero o famosas coronas de oro; mientras que, los de mayor rango, usaban a algunos deportados como remeros (personas que manejan los remos de un bote) tirando al agua mortalmente fría, a quien mostrara signos de fatiga o remera a destiempo, meciendo bruscamente el bote. En el nuevo Museo de Historia del Gulag, reposan miles de testimonios de varios deportados sobrevivientes, que deja claro la extrema crueldad impartida por sus “cuidadores”.

Las historias de descuartizados y de restos encontrados de carne humana cocida y a medio comer, se esparcieron primero en los altos cargos de la Kommandatura a sólo una semana del desembarco. Se estima que, para la tercera semana de mayo, los oficiales sanitarios incluían ya en sus reportes haber encontrado varios cadáveres con el hígado, el corazón y los pulmones extraídos.

Sólo en la jornada del 21 de mayo, fueron encontrados 70 cadáveres, donde resaltaban 5; los cuales les habían arrancado con instrumentos rupestres el hígado, el corazón, los pechos y las pantorrillas. En otro caso, habían decapitado un cuerpo, y a un segundo, cortado los genitales.

Parte de la declaración de “Koloubaiev”: responsable de la supervisión del traslado de prisioneros a Nazino.

La verdad llegaría el 29 de mayo, donde se demostró un acto de asesinato y posterior canibalismo. Los tres sujetos, no mayores a 30 años, fueron arrestados y trasladados a la Prisión de Alexandrovkoyec. Otros tres caníbales más, fueron arrestados el 31 de mayo con igual destino.

Se hace lo necesario para sobrevivir”, esa era la única regla para los habitantes de la isla. Todo, con la complaciente mirada de los guardias; sólo preocupados por matar a quien intentase escapar. Aunque su silencio también obedeció a otro macabro hecho –sin corroborar– y es que, al reportar el asesinato de un reo, tendrían que investigar y encontrar al victimario; mismo que les había compartido parte de la carne de la víctima.

Los habitantes del sector que rodeaban la isla, relataron a la Comisión de Investigación que, al pasar cerca de ella, se podían ver trozos de carne humana colgando de los árboles. Taissia Tchokareva, uno de los pocos testimonios grabados, mencionó:

A las mujeres jóvenes, las amarraban cual ganado desnudas y les cortaban sus partes más «suaves» como sus senos y músculos teniendo sus gritos de dolor como fondo.

Por lo macabro, horroroso y deplorable de los actos realizados, el escándalo de Nazino –como se le conoció en aquella época– estalló primero en los altos mandos del Comisariado del Distrito de Alexandrovkoyec. El resultado de ello, fue la orden de traslado de los 2.000 deportados sobrevivientes a “instancias más apropiadas”, que era otro campamento de reacondicionamiento, unos kilómetros más arriba. Ninguno fue liberado.

Pero toda la verdad llegó a los altos mandos de la URSS, y al propio Stalin, por la carta de Vasily A. Velichko, junto a un informe que contiene parte de lo que he relatado. Este informe, fue el motivo principal para la creación de la Comisión de Investigación. Comisión, que grabó las declaraciones y recopiló más fielmente lo reportado por Vasily. Aunque conmovido por lo sufrido por prisioneros sobrevivientes, Vasily, dejó claro que las políticas de deportación no eran criminales.

Los altos cargos regionales del Partido, recibieron una fuerte reprimenda; pero no fueron removidos de sus funciones. Otro, fue el destino de los cargos locales como el del Kommandantur Dimitri y el supervisor de traslados; los cuales fueron condenados –irónicamente– a tres años de trabajos forzados en un gulag. El 31 de octubre de 1933, la Comisión de Investigación concluye que:

En lo esencial, los hechos descritos por Vasily Velichko son ciertos.

En el año 1993 en la isla, fue colocada una cruz adornada de rosas, en conmemoración a las víctimas inocentes. En dicha cruz, reposa una pequeña placa que reza:

A las víctimas inocentes, de los años de incredulidad.

Carlos Noriega
Carlos Noriega

Barranquillero. Administrador de empresas y maestrante de finanzas públicas. Director ejecutivo (CEO) y miembro fundador del medio digital liberal/libertario El Bastión y de la Corporación PrimaEvo.

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