Libertad y Prejuicio: Reflexiones para la defensa de los derechos LGBTIQ+ es un libro de 2021 publicado por Divergente, sello editorial del IPL Perú (Instituto Político para la Libertad Perú) y cuyos editores son los reconocidos divulgadores peruanos Yesenia Álvarez y Diego Ato (2021). Dicho trabajo contó con la participación de, además de sus editores, los también divulgadores e intelectuales Aura Arbulú (Perú), José Benegas (Argentina), Fernando Berckemeyer (Perú), Iván Carrino (Argentina), Emil Kirjas (Macedonia del Norte), Antonella Marty (Argentina), Andrés Ricaurte (Ecuador), Andrea Rondón (Venezuela), Felipe Schwember (Chile), Valentina Verbal (Chile) y María Cecilia Villegas (Perú); todos, con vasta experiencia y altamente calificados en sus campos de desempeño profesional.
Fuera de, por supuesto, recomendar tan excelente obra, y no con el ánimo de tratar de imitarla –difícilmente, podría hacerlo tan bien–, me inspiré en la misma para redactar esta columna para, primero, recomendar a todos mis lectores adquirirla y leerla atentamente. Segundo, invitarlos a que se cuestionen y sepan que hay más allá de todo el movimiento de diversidad sexual y de género, y todas las dificultades por las cuales han –y hemos– tenido que pasar diferentes miembros de la población LGBTIQ+. Y tercero porque, aunque ya el fin de semana pasado finalizó todo lo concerniente al mes del orgullo, debemos entender algo: aparte del odio acérrimo e injustificado que nos profesan los más conservadores y la secta ultramontana, sus aliados nacional-populistas y toda la horda enardecida de fanáticos de los cuales son esclavos por su estupidez, el liberalismo clásico y libertario de estos últimos tiempos, asimismo, tiene una deuda por cumplir conmigo y con los míos, con la población LGBTIQ+. Así como el libro en mención (Libertad y Prejuicio), pretendo que estas líneas sean un punto de inflexión, a fin de suscitar mayor conocimiento y reflexión sobre el tema, de que se escriban más artículos o columnas de opinión al respecto, y se publiquen más libros y ensayos para su correcta defensa.
Los liberales, en general, también debemos salir de nuestro propio armario y abrir nuestra mente (¡todavía más!), pues ser liberal no solo tiene que ver con aprender de filosofía, política y economía de libre mercado. No. Del mismo modo –incluso antes de lo ya dicho–, tiene todo que ver con no deshonrar al otro, puesto que los principios y valores del liberalismo clásico y libertario promueven una convivencia sana, pacífica, respetuosa, empática –de verdad– y amable.
UN POCO DE HISTORIA
Recapitulando lo escrito en otro artículo (Toro, 2021a), y aclarando que parte de lo que ahí escribí ya no lo comparto, tengo el deber moral de recordar que poco más de medio siglo atrás, lesbianas, gais, bisexuales, personas trans y de otras identidades de género no binarias, vivíamos con la constante del miedo: vivíamos en las sombras y llevando una doble vida. Éramos etiquetados de desquiciados por psicólogos, médicos y profesionales en psiquiatría; de inmorales por seguidores de credos religiosos ortodoxos y, en especial, por sus más fanáticos practicantes –cosa que no ha dejado de pasar–; y de criminales por autoridades policiales y otras instituciones de los Gobiernos (Centro Ricardo B. Salinas Pliego, 2022). Hoy por hoy, a muchos les cuesta siquiera imaginarlo, pero acá en Colombia y en casi todos los rincones de nuestro planeta, incluida la “capital”, Nueva York, se perseguía la diferencia: la diferencia de amar. Locales, bares, restaurantes y otros espacios de sano y libre esparcimiento frecuentados por la población LGBTIQ+ eran allanados y clausurados, y las inhumanas y antiéticas terapias de conversión se imponían y adquirían cada vez más popularidad entre los que nos veían, al mismo tiempo, como desquiciados, inmorales y criminales. Justamente en Nueva York, en el famoso barrio Greenwich Village, comienza una de las insurrecciones más importantes del siglo pasado: una rebelión por la libertad individual, la libertad de amar y tener sexo con quien quieras, y la igualdad ante la ley (Centro Ricardo B. Salinas Pliego, 2022).
En ese entonces, cualquiera que sobrepasara los límites dentro de “La Gran Manzana”, y no cumpliera como miembro del modelo de “familia ideal” que era ilustrado en posters y revistas de la década de los 50’s, lo castigaba el Escuadrón de la Moral Pública de la Policía de Nueva York. Allí, en Greenwich Village, específicamente, en el reconocido bar Stonewall Inn, una madrugada de verano, exactamente entre el viernes 28 y el sábado 29 de junio de 1969, lesbianas, gais, bisexuales, personas trans y de otras identidades de género no binarias, se sublevaron contra esta y otras autoridades policiales, dando lugar a lo que fue la famosa Rebelión de Stonewall; gracias a ella, cada junio se celebra el Pride: el mes del orgullo LGBTIQ+, en distintos lugares de todo el mundo (Centro Ricardo B. Salinas Pliego, 2022). A la postre, las marchas llevadas a cabo protestaron y continúan protestando contra un sistema social opresor. La revuelta iniciada sirvió, entre otras, para que germinara la fuerza necesaria para que muchos de los míos: consumidos por el miedo y perseguidos por hacer lo que los hacía felices, igualmente, se levantarán contra la homofobia y cualquier otra manifestación de odio y discriminación. De forma oficial, nuestra lucha en contra del miedo, comienza acá.… No obstante, esta aún permanece vigente.
LO FEO, LO MALO Y LO QUE FALTA
Todavía es mucho lo que tenemos por resolver, entre lo cual, destaco:
Nuestra salud física y mental en jaque
Alrededor de poco más de 30 años, la homosexualidad dejó de estar clasificada como trastorno mental por la OMS (Organización Mundial de la Salud); desde entonces, aparte de construir un consenso general de que la homosexualidad es una variante natural del ser humano, la salud de la población LGBTIQ+ se ha convertido en un campo de estudio en expansión. Quienes nos identificamos como gais, lesbianas, bisexuales, personas trans, personas no binarias y otras expresiones de la sexualidad y el género, tenemos más probabilidad de ser transgredidos en nuestros derechos humanos; terrorismo, tortura, criminalización, procedimientos médicos involuntarios y segregación violenta, son los más claros ejemplos de esto (Redacción National Geographic, 2023).
La población LGBTIQ+, frecuentemente, se enfrenta a la negación de la atención, a actitudes discriminatorias y a una patologización inadecuada en los entornos sanitarios. Como liberales, debemos entender que la discriminación y la homofobia deben rechazarse sin excepción, y el tema servicios, independiente de la forma cómo y en dónde se ofrecen en estos tiempos, no tiene por qué ser ajeno. Según la OP (Organización Panamericana de la Salud), este panorama tiene efectos negativos, tanto en la integridad física, como en nuestra salud mental; sus encuestas indican que experimentamos mayores disparidades sanitarias y peores resultados en materia de salud, en contraste con los straight (heterosexuales), repercutiendo en tasas más elevadas de infección por VIH y otras ETS, depresión, ansiedad, consumo de tabaco, abuso de alcohol y otras sustancias psicoactivas (fármacos y alucinógenos), y suicidio e ideación de suicidio como consecuencia del estrés crónico, así como de aislamiento social y falta de conexión con diversos servicios sanitarios y entornos de apoyo (Redacción National Geographic, 2023).
Urge la necesidad de plantear nuevos modelos de nación, especialmente en Latinoamérica, en los que se liberalicen los mercados, facilitando el acceso a mayor número de servicios como el de salud, pues, evidentemente, el reto que se remonta a la visión de las personas LGBTIQ+ como pacientes, basándonos en lo dicho por la OP, es la falta de capacidad de los profesionales empleados en salud pública para comprender y abordar los problemas específicos de nuestra población. Con una mayor oferta de servicios, esta problemática se puede ir resolviendo paulatina y progresivamente, al tiempo que se trata el tema de que:
No cesa la falta de garantías en materia de derechos civiles
Más allá de los 11 países que condenan la conducta homosexual con pena de muerte, las personas con una orientación sexual o identidad de género diferente de la considerada “normal” pagan fatales consecuencias por ser ellas mismas en varios lugares del planeta. De hecho, así se guarden mucho de manifestar sus preferencias sexuales en público, la simple y llana sospecha de que son diferentes puede costarles multas, años de cárcel, o la vida. De acuerdo con datos de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA, por sus siglas en inglés), 64 Estados miembro de la ONU, actualmente, criminalizan los actos sexuales consensuales entre personas adultas del mismo sexo: 62 por disposiciones legales explícitas y 2 de facto (Amnistía Internacional España, 2023).
En naciones como Irán, no se tiñen las calles de múltiples colores, sino con sangre; a saber, en el Código Penal Islámico de Irán, la conducta homosexual se castiga con flagelación y los niños de 9 años pueden ser condenados a muerte y los adolescentes gais ahorcados públicamente para aterrorizar a otros (Toro, 2022). En el caso de África, 32 países aún criminalizan las relaciones homosexuales y es percibido como una de las regiones más difíciles para las personas LGTBI; “la creciente discriminación de las personas LGBTIQ+ en África es preocupante” –ha denunciado ILGA World– “particularmente, cuando países de todas las regiones del mundo, desde el Caribe hasta Asia, han ido en la dirección opuesta en los últimos años y han derogado este tipo de leyes opresivas de la época de la colonial” (Redacción BBC News Mundo, 2023). Esto, omitiendo datos exactos de la cantidad de aberrantes y monstruosas “terapias de conversión” –soy sobreviviente a una– aún vigentes en tantos países del mundo –pese a ser rechazadas por la Comunidad Médica Internacional (Redacción National Geographic, 2023)–.
Si bien en muchos de nuestros países, en el presente, ser lesbiana, gay, bisexual, persona trans o gozar de otras identidades de género no binarias ¡ya no es un delito!, todavía persisten en nuestras sociedades la mentalidad y las actitudes retrógradas desarrolladas durante la Edad Media, como la homofobia, la sexofobia, el maltrato, los asesinatos (¡Libre porte de armas YA!) y la discriminación hacia las personas LGBTIQ+ en general, por lo que es nuestro deber no desfallecer en levantar la voz para insistir en construir un mundo más libre y más justo para todos los individuos.