NOTA:
Este es el cuarto capítulo de una serie de artículos que tratan sobre las diferentes etapas que ha vivido el liberalismo, desde sus cimientes hasta nuestros días. Para poder comprenderla mejor, es recomendable leer los tres primeros:
“Los tiempos difíciles, hacen hombres fuertes; los hombres fuertes, hacen tiempos fáciles; los tiempos fáciles, hacen hombres débiles; y los hombres débiles, hacen tiempos difíciles”; este proverbio oriental, presenta perfectamente lo ocurrido en la antigua Grecia durante los tiempos de la abundancia.
En el capítulo anterior de la serie, se presentó el pensamiento económico de Hesíodo, considerado el primer filósofo de la antigüedad, quien realizó sus observaciones sobre los conceptos de la escasez, propio de su tiempo de vida en la ciudad de Ascra. También se presentó el pensamiento económico de Demócrito en una Grecia desarrollada y con gran comercio entre sus ciudades Estados; comprendió y expuso en sus pensamientos, como en los lugares en donde la propiedad privada era la base de los intercambios comerciales, el desarrollo era superior comparado con las ciudades en donde los bienes eran de carácter comunitario. La diferencia la plasmó comparando las ciudades de Atenas y Esparta. Demócrito presenta el primer planteamiento de las bondades del capitalismo sobre el comunismo.
En este capítulo, se abordará el pensamiento de dos grandes aristócratas de una Grecia rica y desarrollada, en donde las personas que vivieron en esos tiempos, no conocieron y mucho menos comprendieron el significado de la escasez; por esa razón, al nacer en medio de la abundancia, dieron por garantizado el mercado, la producción y los recursos. Esa distorsión de la realidad fue y aún es, fuente de discusión en los medios económicos y políticos dentro de los países ricos, siendo las personas que no fueron las que crearon riqueza, las que deciden cómo debería ser repartida entre todos.
PLATÓN (425 a. C.)
Uno de los filósofos más importantes de la historia de la humanidad, admiraba profundamente el estilo de vida rígido y ordenado de los espartanos; por consiguiente, consideraba absurdas las teorías de Demócrito que pregonaban el libre albedrío en el mercado.
En el libro República (370 a. C.), Platón describe a la sociedad como si fuera un ente con vida; por lo tanto, le otorgó las mismas condiciones que tienen los seres humanos dentro de su visión y análisis. Consideraba que todos los ciudadanos, estaban compuestos por una triada inseparable que era: un ser pensante, un ser agresivo y un ser necesitado. Entonces, dividió la sociedad por medio de una pirámide en donde se tenían tres niveles. En la cúspide posicionó a los gobernantes, quienes eran los filósofos y los reyes; estos ciudadanos conformarían al ser pensante. Un nivel más abajo estaban los guardianes, que era conformado por los miembros del ejército: los que serían los responsables de cuidar a los ciudadanos de enemigos tanto internos como externos; los enemigos externos eran los otros Estados que buscaban invadirlos y los enemigos internos eran los mismos ciudadanos que no podía controlar el instinto agresivo propio del ser humano. Platón también planteó que estos guardianes, tenían la responsabilidad de conquistar nuevos territorios ordenados desde la clase pensante. Los guardianes, serían el lado que representaba la fuerza del imperio, por lo tanto, eran el ser agresivo. En el último escalón y base de la pirámide de su modelo de sociedad, puso a todos los ciudadanos que no pertenecían a los dos primeros niveles, incluyó allí a los campesinos, los artesanos y los comerciantes. Ellos serían el ser necesitado. Aquí cabe recordar que, en la antigua Grecia, sólo eran miembros los ciudadanos de cada uno de los Estados; por tal razón, los esclavos no pertenecían a ninguna clase social por carecer del estatus necesario.
En su modelo de sociedad, tanto la clase necesitada como los guardianes, vivirían en comunismo radical; tenían prohibido poseer cualquier propiedad privada, incluso, hasta los hijos eran responsabilidad de la clase pensante. Una pareja sólo bajo permiso explícito podía tener prole; de hecho, la clase gobernante, era quien decidía si una pareja era apta o no. En caso de considerarla no apta, la disolvía inmediatamente, asignándoles nuevas parejas a cada uno, sin importar en lo más mínimo los sentimientos de las personas. Platón era un convencido de que las clases no se podían mezclar y que siempre se debería potenciar el mejoramiento de la raza. Aquí muchos se darán cuenta, que las teorías de la raza superior que intentó implantar en Alemania: Adolf Hitler, no son nada nuevo en la historia de la humanidad.
Platón consideraba que los gobernantes deberían ser vistos como “dioses”, los cuales no podían ser puestos en duda y su voluntad siempre tenía que cumplirse a cabalidad. Los guardianes eran los encargados de vigilar cualquier alteración o pensamiento por fuera de esos paradigmas. Así que los guardianes, también se convierten en los “policías de la moral pública” y los vigilados eran las personas dentro de la clase necesitada. La libertad de expresión o libertad de pensamiento, eran suprimidas dentro del modelo de sociedad del filósofo.
Platón, quien despreciaba profundamente a las personas que se ganaban la vida mediante el trabajo físico, pensaba que la propiedad privada y el dinero, corrompían, y por eso debían estar por fuera de las clases privilegiadas –pensantes y guardianes–. Por esta razón, esa actividad “impura” sólo se permitía dentro de la clase necesitada.
Platón estudió las relaciones comerciales con otras provincias y dentro de su misma ciudad. Observó que los comerciantes que producían más, mejoraban su calidad de vida y que atesoraban monedas. Eso iba en contra de su modelo de sociedad, ya que las personas con mayor poder económico, podían pensar, incluso, podían pagar guardias privadas que llevaren a derrocar al establecimiento. Así que creó un modelo de banca centralizado, dirigido exclusivamente desde la clase pensante, donde se prohibía la importación de monedas, oro y plata de otras ciudades, y cualquier relación comercial se debía hacer mediante títulos fiduciarios emitidos por ese banco central primitivo. Todos los comerciantes, eran obligados a depositar sus monedas, su oro y su plata, a cambio de los pergaminos institucionales.
JENOFONTE (431 a. C.)
Aristócrata, filósofo y militar, fue uno de los discípulos de Platón que hicieron contribuciones al modelo de sociedad ideado por su maestro. Su planteamiento se basó en el más estricto control de todos los temas económicos que rigen un Estado. Consideró la relevancia de la obra pública, que sería diseñada por la clase pensante y sería ejecutada por medio de mano de obra esclava; creando así una carga adicional a las finanzas del Estado para el sostenimiento de estos trabajadores, quienes, en la mayoría de los casos, eran altamente ineficientes e improductivos.
Al necesitar una mayor cantidad de recursos para el desarrollo de la infraestructura y la manutención de sus constructores, escribió un tratado sobre la recolección de impuestos y de tributos; donde dejó claro, su desprecio por todas las actividades que se derivan del comercio, a excepción de la agricultura y la milicia, las cuales consideraba puras y que el Estado debía proteger.
En su tratado sobre la administración doméstica, Jenofonte expresa que los bienes capitales, sólo son fuente de riqueza, si su propietario sabe cómo usarlos; de lo contrario, esos bienes son inocuos dentro del bienestar y la riqueza del poseedor legítimo. Tanto Platón como Jenofonte, no comprendieron que los bienes de capital pueden producir riqueza, aún si el propietario no es quien los utiliza.
Su máximo aporte al estudio de la economía, lo presentó cuando hace una descripción de la división del trabajo, expresada muchos siglos después por Adam Smith. Dijo Jenofonte:
También fue importante su entendimiento del autocontrol que presenta el mercado; decía que cuando en una localidad había exceso de mano de obra para desempeñar un oficio, los precios de esos servicios o productos caían a tal nivel, que los artesanos abandonaban esa profesión para dedicarse a otra y de esa manera, los precios volvían a un equilibro que les permitiera vivir a los que mejor desempeñaban esa actividad.
En el próximo capítulo, continuaremos con el más grande filósofo occidental de todos los tiempos: Aristóteles.