La izquierda, por lo general, aparenta estar del lado de los pobres y de la clase trabajadora refiriéndose al pueblo como una sola unidad. Así lo decía en su momento el dictador Hugo Chávez: “Le dedicaré toda mi vida a mi pueblo que tanto amor le tengo, por la lucha de la democracia y de los derechos humanos”, sin embargo, ya sabemos lo que pasó y quienes fueron los más perjudicados con la llegada de Chávez al poder.
Los discursos que utilizan giran en torno a las emociones. Manifiestan que “darán” todo por su pueblo. Claro, ellos son inteligentes y saben que las emociones provocan sentimientos, ¡nada mejor que eso para mover masas!, y en mayor medida cuando prometen maravillas y un país ideal… utopías que llaman. Al llegar al poder, emplean soluciones rápidas, por ejemplo, imprimir dinero sin control alguno y repartirlo, que se ha vuelto muy cotidiano en la sociedad latinoamericana. Ahora bien, no podemos quitarles sus méritos, pues el engaño y la ineficiencia disfrazadas de solución son su mejor arma.
Su trabajo es fácil. Cuando no están en el poder se dedican a tergiversar y exagerar las dificultades que vive un país, ocultando los aspectos positivos que este ha logrado. También, sus discursos basados en el odio y focalizados en la división de clases, hacen ver a los empresarios como los culpables de los problemas sociales y económicos, cuando son los mismos empresarios quienes, arriesgando su futuro y su patrimonio, brindan empleos a personas que los necesitan para llevar sustento a sus familias. Desincentivan la cultura del trabajo, infundiéndole a la mano de obra que están siendo esclavizados y que no deben de “aguantar” a sus empleadores, ya que estos son “explotadores” culpables de todo, como lo diría el famoso Karl Marx, que con su ideología de extrema izquierda (socialismo/comunismo) ha provocado, quizás, la mayor cantidad de hambrunas y millones de muertes en la historia.
Dentro de las banderas que los lideres izquierdistas dicen representar, se tiene la propuesta de una supuesta “igualdad y justicia social”, la cual, a la hora de la materialización, solo la logran quitándole a quien tiene para darle a quien no tiene, haciendo uso de la redistribución en lugar de la creación de riqueza. Siempre que usted escuche a un político proponiendo conseguir la tan anhelada “igualdad y justicia social”, estará escuchando a un dictador en incubadora. Así lo hacen siempre, y así lo demuestran los hechos; muestra de ello han sido personajes como Chávez, Maduro, Castro, Pol Pot, Hitler y Mussolini.
Es una aberración cómo estos personajes engañan a los pobres con tanta facilidad. Se encuentran sedientos de poder y de dinero ajeno, y así es como lo logran: aprovechándose de las dificultades, valiéndose de las emociones blandas y prometiendo cosas que, además de ser imposibles, el intento por consolidarlas se torna peligroso, fuera de que lo hacen sin dar explicaciones de cómo lo lograrán; prometen solucionar nuestras vidas, pero sin decir lo que realmente implicaría mejorar esas vidas, especialmente, para el Estado.
La incoherencia y la hipocresía los unifican. Tienen todo lo que critican y lo que supuestamente odian de los ricos: mansiones, tierras, celulares último modelo, camionetas y ropa de diseñador. Recurren a expropiar la riqueza de los demás, menos la de ellos; denigran de esta, cuando la suya es intocable. Hablan de acabar con la desigualdad, mientras viajan en jets privados y llevan relojes Rolex en sus muñecas.
Y es que esta es una característica que todos los dictadores y políticos de izquierda tienen en común: sus discursos se basan en la destrucción y el odio hacia la consolidación de un patrimonio, aunque, evidentemente no hablan del suyo, del propio, sino del de los que lo han conseguido trabajando en el sector privado (empresarios, emprendedores y sus colaboradores). No olvidemos que el dictador Chávez aborrecía a todos estos, y así lo dio a entender en abril del 2005: “¡Ser rico es malo! ¡Es inhumano! Así lo digo y condeno a los ricos (…) deberían donar todo eso (…) hacer obras benéficas” (Internacional – El Universo, 2005); con estas palabras y todo, su riqueza alcanzó los mil ochocientos millones de dólares (USD$ 1.800M), incluyendo 17 fincas y muchos bienes más; sus hijas, multimillonarias, son amantes a las marcas más caras del mundo, y todo eso mientras el resto de los venezolanos aguantan hambre y caminan de frontera en frontera para escapar del régimen comunista.
Otro ejemplo a la mano es el de Fidel Castro, cuyas políticas también se basaron en la redistribución de la riqueza para “luchar por el pueblo”. Acabó acumulando un patrimonio de novecientos millones de dólares (USD$ 900M), según la revista Forbes, en donde en más de una oportunidad han aparecido los mandatarios más ricos del mundo; se asevera que solía posar con dos Rolex en una sola mano, a sabiendas de cómo era(es) la vida en Cuba (Rosa del Pino, 2016).
Se podría concluir que, cuando los políticos dicen que “van a acabar con la pobreza”, no hablan de acabar con la pobreza de su gente, sino con su propia pobreza. Claramente hay problemas que solucionar y hay dificultades en toda la sociedad, pero estas políticas públicas esclavistas y totalitarias, solo muestran que lo único que los izquierdistas quieren es tener el control total de las personas, volviéndolos vulnerables y valiéndose de su poder contra todo aquel que alce la voz y quiera abrir los ojos; dejan a la población sin alternativas y sin oportunidades de que salgan adelante, aguantando hambre e incertidumbres.
El sector público es inefectivo y de baja calidad. No existe una ley de incentivo para realizar una mejor labor, así que no se esfuerzan por ofrecer lo mejor. La civilización ha resuelto muchos problemas con políticas más libres, dándole importancia a la libertad económica e individual, donde las personas voluntariamente intercambian bienes y servicios por un beneficio que, al final, se hace común. Como dijo Adam Smith (1776/2011) en su obra cumbre La riqueza de las naciones: “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”; es ahí, donde la ley de incentivos es perfecta para promover la solución de problemas y las dificultades en manos de los privados, que al buscar su favor propio, agregan valor a los demás, quienes voluntariamente escogen de forma libre y, conforme a sus condiciones, la manera en que quieren vivir, creando e innovando, asimismo, para su entorno.
REFERENCIAS
Internacional – El Universo. (2005, 15 de abril). Chávez dijo que ser rico es malo. El Universo | Noticias de Ecuador y del mundo. Recuperado el 24 de octubre de 2022 de: https://www.eluniverso.com/2005/04/15/0001/14/F8F1E5A7B36B433487FCE8C2A9F8F16B.html.
Rosa del Pino, A. M. (2016, 2 de diciembre). Los 900 millones de herencia que, según ‘Forbes’, deja Fidel Castro. EL MUNDO – Diario online líder de información en español. Recuperado el 24 de octubre de 2022 de: https://www.elmundo.es/loc/2016/12/02/58404ca122601dbb038b45c6.html.
Smith, A. (2011). La riqueza de las naciones (C. Rodríguez Braun, Trans.). Alianza editorial. (Obra original publicada en 1776).
SOBRE EL AUTOR:
Juan Camilo Bravo: Estudiante de Finanzas y Negocios Internacionales en la Universidad Santiago de Cali. Coordinador Local de Students for Liberty Colombia (SFL Colombia). Apasionado por el mundo empresarial, económico y de mercados financieros. Defensor de la vida, la libertad y la propiedad privada.
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