Imagine, por un instante, que pierde toda capacidad para poder comunicarse con casi todo ser humano en el planeta. Puede moverse, comer y vivir dentro de los términos médicos, pero no esbozar siquiera palabra o gesto alguno hacia otra persona, excepto hacia aquel ser que siempre lo despreció y detestó en esta vida; quien, para complementar su desgracia, es el único que lo presentará al mundo y puede exponer todo lo que, en teoría, dice, piensa y expresa.
Una situación aterradora que pone en jaque toda la vida social que uno pudiera tener en el presente y, obviamente, en el futuro. Por ello, usted sufriría, de aquí en adelante, una segregación pocas veces vista, injusta en su totalidad, que sin temor a llevar al extremo determinada hipótesis imaginaria sobre el desenlace, lo arrastraría a las turbias aguas de la depresión y los pensamientos suicidas.
Si bien no es mi costumbre enredar tanto la introducción de un tema en mis columnas, el largo proceso reflexivo sobre esta cuestión amerita, sin lugar a dudas, cualquier ejemplificación efectiva que sirva para no sufrir, como el protagonista de mi alegoría, el cruento destino de una vida mal juzgada por el abuso y la interpretación arbitraria de un fulano que no sabe en esencia quién soy, qué quiero, y cuáles son mis principios éticos y morales.
Sin embargo, debo aclarar que no estoy hablando de la aflicción de una persona en particular, sino de un concepto, con una relevancia e impacto en nuestras vidas tan grande, y a la vez tan desapercibida debido a la cantidad de tiempo que esos fulanos han tenido para definir bajo su retorcida visión qué es, cómo funciona, y si es bueno o malo aquello que no posee la capacidad propia para expresarse ante el mundo. Hablo, por tanto, del capitalismo.
LA HISTORIA LA ESCRIBEN LOS VENCEDORES
Lo primero que debemos aceptar, nosotros los liberales, y comprender todos aquellos ajenos a esta filosofía, es que el concepto generalizado de capitalismo está escrito por su más grande oponente: Karl Marx. No voy a resumir los hechos relevantes entre la creación de su “opus magnum”, El capital: crítica de la economía política, y las sucesivas réplicas y correcciones llevadas a cabo por importantes pensadores como Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, e incluso Carl Menger, al contrastar la obra con su “teoría subjetiva del valor”.
Lo relevante, el punto crucial del asunto, es el total desconocimiento que la sociedad en general posee sobre estos autores, quienes son los verdaderos contribuyentes a la definición real de capitalismo. Son pocas o casi nulas las universidades que incluyen la definición de bienes de capital ofrecida por Carl Menger en su obra Principios de Economía Política, como el bien de bienes o bienes de orden superior; en cambio, faltan dedos en el cuerpo humano para enumerar las instituciones educativas que inician la materia de Introducción a la Economía con la mayoría de las definiciones impresas o inspiradas en la obra de Marx.
Lo más desesperanzador de esto es que los estudiantes, al memorizar esta definición distorsionada y equívoca del sistema capitalista, salen al mercado a cometer errores muy evitables y predecibles. Si tan solo comprendieran cosas tipo qué se considera un bien de orden superior y cuál es su relación con los bienes de orden inferior…
Así, tras el predecible y estruendoso fracaso de su participación en el mercado, muchos refuerzan los sesgos para evitar a toda costa la obligatoria reflexión sobre si lo que les enseñaron en teoría es correcto, y continúan difundiendo esas distorsiones malintencionadas en sus comunidades.
Es casi un ciclo infinito, de no ser por aquellos que, tras chocar con la realidad del mercado, comprenden las verdaderas dinámicas del sistema y van superando poco a poco sus deficiencias monetarias, propagando sus casos de éxito y los métodos para lograrlo.
NOTA:
Si realmente desea conocer cómo funciona el capitalismo de libre mercado, abra un poco su mente y lea Economía en una lección de Henry Hazlitt, el cual, le dará una mejor visión sobre cómo funciona la economía y el sistema capitalista en términos sencillos y sin requerir conocimientos previos. Además, puede descargarlo haciendo clic AQUÍ.
UN CHIVO EXPIATORIO PERFECTO
El poder de ser el único que puede definir algo, proporciona la ventaja de transformarlo en todo aquello que se desee para satisfacer una conveniencia. Esto se evidencia claramente en el trágico caso de la noción de capitalismo, que no se limita únicamente a las acepciones correspondientes a la ciencia económica, sino que se traslada a cualquier contexto en el que pueda encajar, no siempre de manera adecuada, su turbia definición.
Recientemente tuve la oportunidad de conocer un libro llamado La sociedad del cansancio (Herder, 2022), escrito por el filósofo surcoreano Byung-Chul Han. La esencia de este texto es la crítica a la hiper-productividad y al positivismo tóxico al que se somete, de manera autónoma, el individuo por… adivinen… ¡exacto!, por el llamado “capitalismo tardío”. Podría emitir muchas críticas contundentes sobre la escueta definición de ese “capitalismo tardío”, aunque considero que Han no lo hace con la animadversión característica del filósofo promedio latinoamericano; lo hace como una crítica válida, pero basada en una definición errónea.
Al tener siempre al capitalismo como el chivo expiatorio perfecto para todo mal que aqueja al planeta azul, temas como la ultra-relativización de la moral y la ética pasan desapercibidos, causando un daño permanente y difícil de evitar, precisamente, por estar enfocados en donde no reside el problema. Es el vacío existencial que surge de este enfoque que acude desesperado al impulso de compra inherente al comercio, y lo convierte en una obsesión para llenar con materialidad lo que no podemos llenar con sustancia.
No es el vicio de un sistema el que nos ha corrompido con su positivismo tóxico. Es, el excesivo nihilismo adoptado como reemplazo de los principios morales y éticos que alguna vez sirvieron para construir el sentido de nuestra propia existencia, y el cual, está destruyendo toda nuestra estructura mental.