Han pasado ya un par de meses desde que mí también casa, Al Poniente, se dejó intimidar por un grupo de desadaptados que creen hacer las cosas bien, y provocó la censura de un artículo de opinión escrito por mí (fuente AQUÍ) y otro por mi gran amigo Andrés Sánchez. No niego que sentí mucha impotencia cuando esto ocurrió, y desde aquel entonces no me había animado a volver a escribir. Sin embargo, uno no debe desfallecer, bajo ninguna circunstancia, si se montó al bus de la defensa de las libertades económicas y las libertades individuales; tampoco uno tiene por qué doblegar su voluntad o su pensamiento, aunque claro, no dejando de lado la responsabilidad –componente inseparable y esencial de la libertad misma– y tomando las precauciones que se requieran.
En una oportunidad, escuché a un célebre y admirado personaje decir: “Si alguien está considerando ser defensor de las libertades económicas y de las libertades individuales, debe invertir mucho en su inteligencia emocional, psiquis y autoestima, y en una red de soporte dotada de quienes realmente te quieran y te apoyen. De los cubanos perseguidos por ese régimen he aprendido que el mejor guardaespaldas, en estos tiempos, son las redes sociales, porque ahí la gente sabe lo que está pasando”. La labor de ese célebre personaje, hoy por hoy, más que nunca, debe ser exaltada, porque por mucho que a uno no le guste la forma en la cual exprese sus ideas, o en muchos puntos no esté de acuerdo, en lo verdaderamente importante, sin duda alguna, hay convergencia; entre otras, porque ese célebre personaje, siempre tuvo la razón.
Mis lectores se preguntarán, ¿de qué cosa habla este señor? Hablo de que el personaje en cuestión fue la primera persona en identificar, casi magistralmente, a quienes se convertirían en nuestros enemigos íntimos, enemigos que, para mal, cada día siguen tomando fuerza. Levantando, supuestamente, las banderas del liberalismo económico, los enemigos íntimos han ido implantando, muy sutilmente, otras ideas; ideas que, penosamente, atacan directamente las libertades individuales y dan lugar al peligroso escenario de la conspiranoia, escenario en el cual un ser humano puede perder una apropiada percepción de la realidad, alejándose de lo que verdaderamente vale la pena y en lo que debe enfocarse si de controvertir ideas equívocas se trata.
Ese célebre personaje es, lo que muchos liberales denominamos, especialmente del género masculino, toda una amazona. Pero más que toda una amazona, yo me atrevería a decir que es la nueva reina de las amazonas.
Las amazonas eran, según la mitología griega clásica, un antiguo pueblo conformado y gobernado plenamente por mujeres guerreras, apareciendo invariablemente como antagonistas de los helenos. Los relatos mitológicos, recurrentemente, narran enfrentamientos a muerte entre los héroes griegos y las amazonas, por ejemplo, el duelo de Aquiles contra Pentesilea en la Guerra de Troya, o el combate a muerte entre Hércules e Hipólita –hermana de la anterior– por el cinturón de esta última y que era uno de los doce trabajos que le habían sido encomendados.
Desde luego, la Antigua Grecia es cuna de nuestro movimiento –prefiero llamarlo confederación–, por eso el símil lo establezco no porque estas amazonas del siglo XXI igualmente representen a algún enemigo, íntimo o no. No. El símil lo establezco porque las mujeres, en estos tiempos, son algo así como un “nuevo proletariado” (del que ya hablé AQUÍ), y porque mujeres que no sucumben a esa estrategia de manipulación y se montan también con uno al bus de la defensa de las ideas de la libertad ¡son todas unas guerreras!, dignas de toda mi admiración y de todo mi respeto. Como dato adicional, algunas de ellas suscriben a lo que yo llamo el verdadero feminismo, el feminismo liberal o feminismo original, y que ya hemos tratado en otros espacios (enlaces AQUÍ y AQUÍ). En estos tiempos, la libertad tiene rostro de mujer, lo que le da pie a nuestras amazonas de consolidarse como las mejores embajadoras que puede tener esta causa hoy día. Y su reina, como la llamo, no porque defienda las monarquías –en lo absoluto– o porque haya llegado primero –aunque si más lejos, hasta el momento–, considero que ha hecho una gran labor, con sus tropiezos y desaciertos claro está, pues nadie se encuentra exento de ello; una labor que, insisto, ahora más que nunca debe ser exaltada. La nueva reina de las amazonas, a mi criterio, es Gloria Álvarez.
Para quienes aún no la conocen, Gloria Álvarez Cross (Guatemala, 1985) es Profesional en Ciencias Políticas y Experta en Relaciones Internacionales por la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala; posteriormente, cursó una maestría en Desarrollo Internacional en la Universidad Sapienza de Roma. Además, es locutora de radio y presentadora de televisión. Álvarez se dio a conocer internacionalmente con el discurso que pronunció ante el Parlamento Iberoamericano de la Juventud en 2014, donde defendió el uso de las nuevas tecnologías para poner freno al avance de Gobiernos totalitarios o cuyos Estados eran(son) muy grandes; el vídeo, que fue un fenómeno viral en internet, ha sido reproducido millones de veces.
Este icono de la divulgación de las ideas del liberalismo clásico y el libertario de habla hispana –quizás, el más grande de todos– ha impartido más de tres mil conferencias en Iberoamérica, los Estados Unidos, Europa, Australia y Hong Kong. Como autora, ha publicado para el Grupo Editorial Planeta: Cómo hablar con un conservador (Deusto, 2019), Cómo hablar con un progre (Deusto, 2017) y, junto a Axel Kaiser, El engaño populista (Deusto, 2016); asimismo, ha colaborado en las obras Vida y Mentira de Ernesto Che Guevara de Fernando Díaz Villanueva (2017), y Capitalismo: un antídoto contra la pobreza (2019) y El manual liberal (2021), ambas escritos por su amiga, colega y también amazona, Antonella Marty.
El célebre personaje del que he hablado a lo largo de esta columna, Gloria Álvarez, le dedico estas líneas no por lambisconear o ganar fama o reconocimiento a costa de ella. No, ese no es mi propósito. Lo hago por una cuestión moral. Lo hago, primero, porque ad-portas de la primera vuelta de las Elecciones generales de Guatemala 2023 el próximo domingo 25 de junio, donde serán elegidos Presidente, Vicepresidente, escaños al Congreso Nacional y al Parlamento Centroamericano, y miembros de Corporaciones Municipales, Álvarez ha hecho un ejercicio espectacular proponiendo, que eso lo deberíamos tomar como referencia todos los demás liberales, una transformación de su país natal. Lamentablemente, la nueva reina de las amazonas, difícilmente pueda participar en estos tiempos, primero porque por una cuestión de carácter constitucional su edad no se lo permite, y segundo porque para poder llegar a donde desea llegar se requiere de más tiempo, influencia y un movimiento político íntegro liderado por ella y que persiga nuestros ideales. No en vano, este ejercicio, tan disruptivo como brillante y ejemplar, comienza a calar en la mente de sus coterráneos y de otros más en la región.
Segundo, hago esto porque le debo disculpas. Le debo disculpas porque, como muchos otros que creería deben también brindarle una disculpa, la ataqué cuando ella ya se había percatado de la existencia de los enemigos íntimos. Y se percató no porque ella comenzara a medir a otros con un liberalómetro intermitente. No. Se percató por los hechos y porque los que comenzaron con la pelea, el repudio, la ridiculización y ese liberalómetro intermitente, fueron ellos. Ellos, que se creen dueños de la moral y las buenas y sanas costumbres, que se creen dueños de las ideas, que se creen hacer bien todo y “para todos”, y que acuñaron ese horrendo y deshonesto término de “batalla cultural” (del que ya Antonella Marty había hablado AQUÍ), fueron los que lanzaron el primer sablazo. Y se lo lanzaron a ella, así como a otros grandes divulgadores de las ideas de la libertad, como la Sra. María Blanco. Y yo, para mi vergonzosa realidad, antes de identificarlos, tiempo y años después que Álvarez, me dejé seducir por ellos y hasta fui su colaborador, y claro, arremetí contra Gloria y me pasé de la raya en varias ocasiones con ella. Creo que lo hice, no solamente cegado, sino por irascibilidad, pues en su libro Cómo hablar con un conservador (Deusto, 2019), la rubia citó mal un artículo que escribí para un portal que ya no existe, y que en ese tiempo era administrado por uno de los enemigos íntimos; da igual si en posteriores ediciones de su obra me cita o no, ya que la cita hace referencia a una frase que ni siquiera es mía, entonces el tema plagio, honestamente, no aplicaría. Puede que Gloria no sea la mejor citando o referenciando, pero esa es una labor que deberían asumir, más bien, sus editores, por lo que esos ataques de los enemigos íntimos demeritando su obra por ese motivo, fuera de insulsos, no vienen al caso, y nunca debieron(debí) hacerlos(hacerlo).
Le debo disculpas a Gloria porque, antes que muchos, percibió que a los enemigos íntimos los mueve más el poder y el dinero que la porquería de ideas encriptadas y conspiraciones irreales que promueven (según ellos, los hilos del poder en la izquierda, los financia un rico de segunda al que pintan como el anticristo, ¡qué barbaridad!). Gloria no doblegó su pensamiento ni su voluntad nunca, pues comprende, y comprendió primero que otros tantos, incluyéndome, que la marcha hacia la conquista de nuestros ideales se hace llevando la frente en alto, no vendiendo nuestros principios por migajas de poder, pues así no lograríamos ningún propósito a largo plazo. Gloria, por más frenética y arrebatada que sea, supo primero que muchos de nosotros, denunciándolo con toda la vehemencia y evidencia que lo ameritaba, quienes eran los que estaban ensuciando nuestras ideas, y que tristemente lo siguen haciendo; para desgracia de estos, las malas acciones tarde que temprano te cobran factura, no por un asunto de moral religiosa, sino porque son las consecuencias lógicas de la deshonestidad y el obrar incorrectamente, y el hecho de que estas damas y estos caballeros estén empañando con su basura ideológica a la filosofía que más prosperidad le ha traído a la humanidad, en algún momento no se podrá negar, y los aniquilará, al menos, en el plano de la divulgación –probablemente, en otros aspectos ocurra del mismo modo, porque la credibilidad y la honorabilidad una vez perdidos, difícilmente vuelven a recuperarse–.
Más allá de nuestras diferencias, Gloria Álvarez es un elemento fundamental en la batalla de las ideas. Y así como se lo prometí hace poco (enlace AQUÍ), y como ya se lo había hecho saber en privado a través de una gran amiga que tenemos en común, le reitero mis disculpas y enaltezco todo lo que ha hecho por la libertad en Latinoamérica, y de paso en el mundo. Le agradezco por esto y por no dar el brazo a torcer. Gloria es, indudablemente, la mejor exponente de las ideas de la libertad que tenemos en la región, y por eso creo que merece con creces el título de nueva reina amazona.