El Liberalismo en Latinoamérica

El rechazo generalizado no fue siempre la tendencia

La abolición de los absolutismos monárquicos fue una cuestión de pura herencia liberal, pues fue el liberalismo el que más contribuyó a una visión de igualdad jurídica entre todos los individuos que logró equiparar un poco las fuerzas del rey con las fuerzas del ciudadano común.

No obstante, otras visiones liberales como el respeto a la propiedad privada y la reivindicación de la libertad individual también fueron exportadas al continente americano. Esta exportación permitió que se instalara tal mentalidad en los individuos del continente, que revoluciones como la estadounidense y su propia declaración de la libertad, fueran llevadas a cabo.

Estas mentalidades estuvieron impregnadas del liberalismo clásico de John Locke, John Stuart Mill, Blackstone, entre otros. Como diría Jorge Gaete Lagos: “La emancipación de las colonias latinoamericanas fue un proceso que tuvo la influencia directa del liberalismo europeo, cuyo contenido ideológico formó parte primordial de la base que sirvió para organizar los Estados, lo regímenes políticos y la construcción civil de estas jóvenes naciones”. (Lagos, 2011, pág. 1).

En la colonia hispana de la Gran Colombia, también sucedió así. Era una época en donde el sentimiento de independencia era dado por la concepción liberal de la libertad. Para ejemplificar esto, póngase por caso la construcción de la nación colombiana. En esta, la apertura al libre mercado y el respeto a la propiedad privada, fueron dos de los puntos económicos fundamentales, puntos cuyo origen es de carácter liberal.

Según cuenta uno de los más grandes historiadores del país colombiano, David Bushnell, en Colombia: una Nación a pesar de Sí Misma (1993), justo en el proceso de constitución de un Estado Republicano, se llevaron a cabo, provisionalmente, algunas reformas en el Congreso de Cúcuta. Estas reformas, debido a el grado de afinidad de los congresistas, fueron todas en torno a mayor libertad individual, y esto se vio reflejado en limitar grandemente el poder del Estado. He aquí no una visión libertaria, pero sí puramente liberal.

Para ese momento, el presidente fue Simón Bolívar y los vicepresidentes Antonio Nariño y Francisco de Paula Santander. Todos tres, en consonancia de ideas, decidieron bajarle aranceles a la importación, favoreciendo el comercio internacional y el libre mercado. Además, de haber estado persiguiendo desde tiempo atrás los monopolios, que se encontraban en poder de la Corona.

Una vez se logra la completa abolición del monopolio del tabaco por parte del Estado a eso de la década de 1850, el tabaco comienza a aportar un cuarto de las exportaciones de la nación, después de que nuestro territorio nunca fuese un gran exportador del producto. Es decir, se le quitó el monopolio al Estado y comerciantes particulares tomaron las riendas, causando, así, un gran beneficio a el crecimiento económico. Y no es extraño, pues donde El Libertador lograba hacerse con el poder, abría los puertos al comercio internacional.

Sin embargo, para martirio del pueblo colombiano y toda Hispanoamérica, no fue en este camino en donde se mantuvo el ánimo de construcción. Si bien hubo unos cimientos completamente liberales que abrieron camino sólido a la construcción de naciones en toda la Nueva Granada en lo que respecta a la visión de organización social y política, como del laissez faire en términos económicos, no fueron estas ideas las que tuvieron la batuta a lo largo del tiempo. Al contrario, fue en el sentido opuesto en donde, mayormente, se desarrolló la historia colombiana.

Como ya manifestaría Bolívar y, como en efecto sucedió, Latinoamérica ha caído en manos de tiranos de toda clase de razas y colores; y, al parecer, con excepción de Chile luego del derrocamiento de Allende, no veremos luces de desarrollo en mucho tiempo. Tampoco en Colombia con la instauración en el poder del gobierno antiliberal de Gustavo Petro, ni en Venezuela con la dictadura socialista de Nicolás Maduro.

Una de las razones principales para la pausa del auge liberal podría verse expuesta en las múltiples trabas que las organizaciones y representantes de Estados planificadores han impuesto a el libre desarrollo de puestos de trabajo, pues si estos no logran establecerse, no logran disminuirse las cifras del desempleo; y si esto no ocurre, la fuerza práctica del liberalismo queda rezagada.  Lo que quiere decir, por efecto directo, que se perpetúa la pobreza, el culto al Estado y la mentalidad antiliberal.

He aquí un momento importante del avance contemporáneo de los enemigos de la sociedad abierta, en términos de Popper, pues más allá de la abrumadora superioridad del libre mercado en términos económicos, como en términos éticos (en clave de mejorar, grandemente, el bienestar de la vida humana), hay una discurso incrustado en el alma de una sociedad hegemónica que tiene, en cada una de sus proposiciones, la lucha de clases como el argumento principal en torno al cual giran cada una de sus tesis.

No obstante, como se menciona y se ha intentado ejemplificar, este rechazo al liberalismo no ha sido un fenómeno siempre presente en el desarrollo de la región latinoamericana. No estuvo en su origen. Además, Carlos Alberto Montaner, autor liberal muy influyente del siglo XXI, en un artículo titulado El Liberalismo en el Siglo XXI, dice lo siguiente: “Entre 1870 y 1914 fue un periodo de crecimiento mundial a remolque de las ideas liberales. Fue, realmente, la ‘belle époque’. Pero el fascismo y el comunismo lo echaron todo a perder”. (Montaner, 2021).

Ahora, valga recordar que estas ideologías, desde la óptica liberal-libertaria, hacen parte del mismo monstruo colectivista y, por tanto, antiliberal. Respecto a lo que los fascistas y comunistas echaron a perder, Montaner dice que fue, en alguna medida, empezado a recoger por gobiernos que empezaron a alejarse un poco de la tradición estatista, como lo fueron el de César Gaviria en Colombia, Carlos Salinas de Gortari en México y Óscar Arias en Costa Rica; y dice que solo un poco, pues ninguno de estos iba acompañado de una fuerte aceptación social de las ideas liberales.

Tan así, que hoy Colombia y gran parte de Latinoamérica, se ha vuelto a pintar de ese rojo color sangre, de ese rojo profundamente antiliberal. De ese rojo que, desde esta orilla, se espera empiece a ser desplazado de nuevo por las ideas que dieron sustento a la independencia y libertad de los pueblos latinoamericanos, a sus revoluciones y a sus Constituciones.

Referencias

Lagos, J. G. (2011). Liberalismo y poder: Latinoamérica en el siglo XIX. En J. G. Lagos, Liberalismo y poder: Latinoamérica en el siglo XIX. Fondo de Cultura Económica.

Montaner, C. A. (25 de 10 de 2021). El liberalismo en el siglo XXI.

Jhon Florez
Jhon Florez

Caleño de profundas convicciones liberales. Estudiante de último semestre de Licenciatura en Filosofía de UNICATÓLICA (Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium) y de Ciencia Política de la USC (Universidad Santiago de Cali). Columnista, escritor y conferencista. Apasionado por la historia, la economía y la filosofía política.

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