DESDE LA TEOCRACIA HASTA LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO: UN MISMO INFIERNO

NOTA:

Esta es la cuarta entrega de una serie de columnas referidas a la esencia del libertarismo, qué tan coherente es o puede llegar a ser, y su afinidad o no con otras filosofías. Para poder comprenderla mejor, te recomendamos la lectura de las tres primeras:

Continuamos con la serie de artículos relacionados con el libertarismo y las filosofías que podrían ser más o menos incompatibles con él. En esta entrega, presentamos cómo un conjunto de ideas que en teoría parecieran de extremos opuestos en el espectro político, terminan haciendo el mismo daño.

LA MORAL PÚBLICA VS LA MORAL PRIVADA

Desde ciertos puntos de vistas académicos, existe una disyuntiva entre el significado de la ética y la moral, que para fines prácticos van a ser usados como sinónimos en este escrito. Y entrando en el tema de una vez, podemos hablar de una moral privada y una pública. Si empezamos a entender la moral como ese código (consciente o inconsciente) de conducta, hay aspectos que afectan a terceros, de manera directa o indirecta, de nuestras acciones. Frank Van Dun en su libro Ius natural y derechos naturales, nos explica que aquello que desnaturaliza al ser humano convirtiéndolo en un ser diferente a lo que es o una cosa, es una violación a los derechos naturales del individuo. Un ejemplo claro, puede ser la trata de personas, que transforma una persona en una mercancía, al tenerlo en contra de su voluntad y hacerlo perder su dignidad por cosificarlo de esa manera. Por eso, a partir de John Locke y demás filósofos de la política y el derecho, saldrían a fundamentarse los tres derechos naturales: vida, libertad y propiedad privada. Toda aquella acción que vaya contra estos valores se puede tipificar como delito, siempre en la observancia de un tribunal imparcial; a este ámbito lo podemos llamar la moral pública, es el fundamento de la convivencia física. Aquí entra el poder político, a través del Estado (en una visión minarquista, posición que yo asumo) o de agencias privadas (en la visión Ancap) para garantizar dichos derechos, y hacer restituciones en caso de las violaciones de estos. De aquí se resume la importancia que tienen el derecho natural y la ética.

Ya existe un ámbito que es la vida privada de cada persona, que, si bien tiene un código de conducta, no debe ser garantizado por el Estado. En el ámbito privado entran los vicios, la envidia, el egoísmo, las mentiras, el odio y muchas más acciones y sentimientos que corrompen la moral privada; pero no interrumpen de manera directa y comprobable los derechos naturales, y por ello no pueden ser tipificados como delitos. Ya queda de parte de los individuos y la comunidad valorar estos hechos y actuar en consecuencia. La moral privada no puede judicializarse, en caso contrario entraríamos en el rompimiento del derecho natural. Vamos a analizar este caso de manera más precisa.

EL ESTADO MORALISTA

Kenneth Minogue en su genial ensayo Contradicciones del Estado Moralista, nos habla precisamente del peligro que implica usar el Estado para implantar una moral privada. En otras palabras, existen diversos códigos de conducta, siendo entre ellos el humanismo secular, el cristianismo, el islam, el hinduismo, la santería, el marxismo y muchas otras filosofías y religiones, cosmovisiones que dominan las ideas de cada persona en una sociedad. Es consabido que, todas ellas quedan dentro del ámbito privado y no se puede esperar imponer ninguna por medio del Estado. Es completamente totalitario y va contra la libertad individual de cada quien. Por definición, no existen sociedades homogéneas donde todos tengan las mismas ideas y principios éticos. Eso más que un deseo, es una distopía; ya que el ser humano, por ser limitado, puede errar en sus interpretaciones y sus valoraciones, y terminar en malas acciones. La sociedad plural es el pan de cada día de nosotros, donde a través de procesos de ensayo, error e introspección, llegamos a nuestras conclusiones y terminan siendo nuestras decisiones las trascendentales al final del día. El problema de establecer una homogeneidad en la sociedad, es que se pierde la línea de la individualidad y de la responsabilidad individual. Ese es el camino del desastre.

Todo esto no implica que no existe un conjunto de valores morales que sean objetivos a todos, lo que el profesor Gabriel Zanotti ha llamado “Marco Común”, donde se nos da una identidad como sociedad occidental, en nuestro caso. Lastimosamente, hay un conjunto de personas en todo el espectro político que piensa que la función del Estado es imponer una moral privada. A continuación, les detallaré de quienes hablo.

TEOCRACIAS E IDEOLOGÍA DE GÉNERO

Vamos a empezar a definir conceptos: teocracia (del griego θεός [theós], ‘dios’ y κράτος [kratos], ‘poder’, ‘gobierno: «gobierno de Dios») es la forma de gobierno donde los administradores estatales coinciden con los líderes de la religión dominante, y las políticas de gobierno son idénticas o están muy influidas por los principios de dicha religión. Generalmente, el gobierno afirma mandar en nombre de la divinidad, tal como especifica la religión local.

Uno de los logros de la modernidad, como bien nos lo dijo Thomas Jefferson en el siglo XVIII, es la separación Iglesia-Estado, la cual fue una bandera de la Reforma Protestante del Siglo XVI en Europa; pero debido a muchas situaciones históricas, se logró finalmente en la América Anglosajona de los Padres Fundadores. No existía una iglesia nacional que tuviera su credo o confesión de fe como religión oficial, y ningún líder religioso tenía la ostentación del poder político. Eso por supuesto, no significaba una cultura anticristiana ni anticlerical, ya que precisamente, ese “Marco Común”, era la cultura judeocristiana como fundamento de Occidente.

Dentro del Espectro de la derecha política, vemos un subconjunto de personas que, bajo la bandera provida y el antisocialismo, tiene oculto su deseo de instalar un Estado Moralista cubierto por el ropaje de la religión, es decir, una teocracia. Veamos unos ejemplos:

Existe un conjunto de personas de confesión de fe católica romana llamado los ultramontanos (que significa “el poder mas allá de las montañas”, haciendo alusión a los Alpes Suizos), cuya filosofía política atañe a que la soberanía de una nación esté supeditada a las acciones del Vaticano, como poder sobre los lideres nacionales. Estos, suelen no creer en la democracia, y mediante un sustento teórico entre Hans-Hermann Hoppe, Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Erik von Kuehnelt-Leddihn, agregados a ese movimiento underground llamado la ilustración oscura o también llamado neorreaccionarismo (con autores como Peter Thiel, Nick Land, Julius Evola, Mencius Moldbug, entre otros), que son un movimiento que rechaza la modernidad (y sus frutos como la Reforma Protestante, la filosofía moderna, el liberalismo, el socialismo, el laicismo y la idea del progreso ininterrumpido hacia adelante) y el igualitarismo; consideran que las sociedades son establecidas por jerarquías fijas preestablecidas. De ahí, su forma de gobierno preferida es la monarquía de corte católico. En Latinoamérica, otra de las banderas que abrazan, a partir de su tradicionalismo y conservadurismo político, es el enaltecimiento del Imperio Español basado como la etapa de mayor gloria de Occidente: una supuesta Leyenda Dorada (en contraposición a la Leyenda Negra de la izquierda) que ignora o rechaza los vejámenes hechos por esta potencia a sus súbditos, y sobredimensiona los éxitos objetivos que lograron en su oportunidad. Los ultramontanos se aglomeran en partidos políticos o grupos de defensa del hispanismo, pero su verdadera cara es el tradicionalismo ultracatólico de corte hispanista. En otras columnas, ahondaré en este subconjunto underground de la política en Latinoamérica, que esta imbuido desde políticos tradicionales, hasta influencers e intelectuales que tienen el firme deseo de: querer convertir la cosmovisión católica romana en la visión oficial y homogénea de la sociedad. Una marca distintiva de estos personajes es el endiosamiento a líderes políticos y su insistencia en transformarlos en posibles reyes de sus utopías monárquicas.

Sin embargo, por el lado de la rama cristiana protestante, existe también un subconjunto de personas que quieren imponer una teocracia en nuestras sociedades. Son los llamados teonomistas (que nacen del vocablo teo “dios”, y nomos “ley”); es decir, su visión es la de un gobierno dirigido por cristianos que convierten las leyes según su interpretación de la “ley divina”. Son personas, igual que los ultramontanos católicos, en pretender judicializar los 10 mandamientos del Éxodo de la Biblia. Ellos, en su afán fanático de evangelización, son capaces de querer instituir el apedrear a homosexuales, adúlteros y mentirosos.

También están los llamados reconstruccionistas políticos cristianos y dominionistas, los cuales, se pueden encontrar en iglesias reformadas históricas y en las neo-pentecostales. Su marca distintiva es el endiosamiento a líderes políticos, en poder o en oposición, igual que sus colegas ultramontanos. Hacen de su predicación un descarado proselitismo electoral o partidista.

Del bando de la izquierda, voy a ser mucho mas corto, debido a que están mucho más estudiados. Por el lado religioso, nos encontramos con los fundamentalistas islámicos, tanto sunitas como chiitas, que quieren imponer la Sharia y los valores del Corán a través de los fusiles del Estado. Son profundamente socialistas y anti-occidente: el gran peligro que acecha a Europa (para mal de Marx, paso del socialismo al islam). Y por supuesto, del lado del humanismo secular y el ateísmo militante, existen varias facciones, pero las más recalcitrantes son los lobbies LGBT y feminista que, a través de la Ideología de Género, quieren eliminar las distinciones hombre y mujer, y entrar en una sociedad “andrógina” o “no binaria”. Buscan que su ética privada (su preferencia sexual y su psicología posmoderna) sea una norma moral impuesta por el Estado, negando hechos tan básicos como la biología y el sentido común. A partir de acá, se produce el mal llamado marxismo cultural (puesto que la cultura como tal, es un campo contemplado dentro del marxismo, y no una segregación de este), fortalecido por las ideas de Antonio Gramcsi y la Escuela de Fráncfort.

Finalizando, observamos en este recorrido, que ya el marxismo clásico ha perdido su protagonismo como antagonista del liberalismo, y el abanico se ha ampliado de enemigos, siendo necesario estudiarlos a profundidad. En próximas entregas les presentaré una visión mas detallada de cada una de estas alternativas, y como desde una posición liberal-conservadora podemos hacerle frente a estas alocadas ideas.

Otman Domínguez
Otman Domínguez

Venezolano. Economista de la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas Venezuela) especializado en Econometría y Evaluación de Proyectos para PYMES. Estudioso de la “Escuela Austriaca de Economía”. Miembro docente del Instituto Juan Calvino y locutor en la Radio Presbiteriana Reformada y candidato a Anciano Gobernante de la “IPR Pacto Eterno Chía”.

Jefe de operaciones (COO) y miembro fundador del medio digital libertario El Bastión, y miembro fundador de la Corporación PrimaEvo.

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