Las ciencias tienen una forma particular de operar: no existe consenso alguno respecto de ningún tema. Claro, se dirá que a falta de consensos, nos debemos guiar por la evidencia. Sin embargo, siguen existiendo dentro de algunos movimientos ambientales creencias falsas que deifican la ciencia, toda vez que los prejuicios tanto a favor como en contra priman. Es lo que algunos psicólogos llaman efecto cuernos y efecto halo. Hablaremos a continuación de qué tratan estos efectos y su influencia en la mitología que se ha desarrollado alrededor del calentamiento global.
NOTA:
Esta es la segunda entrega de una serie que busca desmitificar y, por supuesto, cuestionar los ya conocidos relatos del activismo ambiental. Para poder comprenderla mejor, por favor lee AQUÍ la primera entrega ¡Muchas Gracias!
DE CUERNOS Y HALOS
Provenientes de la psicología, estos efectos se refieren a sensaciones que en la gente, de acuerdo a sus sesgos, experiencias y preferencias personales, generan distintos hechos. El efecto cuernos se refiere a cuando las personas presuponen consecuencias negativas frente a algo que desconocen, casi de manera intuitiva. El efecto halo es similar, pero previendo consecuencias positivas. Pongamos un ejemplo al respecto: Una persona que no se ha bañado durante días asiste a una entrevista de trabajo en harapos y maloliente. De entrada, quienes vean a dicha persona, así no la vayan a entrevistar, tienen un serio sesgo al respecto, partiendo de que posiblemente, si descuida su aspecto personal, también descuidará sus deberes laborales. En contraste, si para la misma entrevista se presenta alguien limpio, a tiempo y bien vestido, las personas van a eliminar voluntariamente barreras de acceso al empleo para esta persona.
LAS CONSECUENCIAS: NO HAY BLANCOS NI NEGROS
Pero esto no termina aquí. Los sesgos cognitivos son usuales en el ser humano. El ser humano tiene una clara tendencia a buscar e identificar señales para guiarse y así tomar mejores decisiones. Si bien no existe un ser humano plenamente racional, carente de malas decisiones para su vida o la de otros, sí existe uno que procura el bienestar personal. Sería deshonesto e ingenuo decir que los científicos son seres angélicos carentes de intereses personales, así como sería injusto creer que los anti-realidad son unos demonios roba almas que nos llevarán al fin de los tiempos. Los científicos están sujetos tanto a unas como a otras pulsiones siempre. Los radicalismos están en el tema del activismo ambiental, que, igual con sus propios intereses, acude a las campañas de miedo para promover sus narrativas, y este saludable debate científico sobre qué soluciones son mejores para el medio ambiente termina convirtiéndose en una serie de diatribas amenazadoras y pasquines intimidatorios sobre el futuro planetario. En palabras de la activista Naomi Klein, la doctrina del shock o como aquella cita que atribuyen a Goebbels, mano derecha propagandística de Adolf Hitler “Una mentira repetida mil veces, se vuelve verdad”. Las ciencias escasean en consensos y abundan en debates, cosa que incluso sucede en las que son sociales.
¿EN QUÉ NOS ENCONTRAMOS?
Las escalas de grises comienzan a aparecer, y la posición más saludable es no darse por sentado ¿Es el cambio climático cuestionable? Por supuesto ¿Es saludable que haya consenso al respecto? No, porque ni la ciencia ni la evidencia son democráticas ¿Es conveniente dejar que en democracia se decida lo que la ciencia propone? Puede ser contraproducente y llevarnos a escenarios indeseables.
Mi invitación con esta breve columna es a que nos mantengamos en cuestionamiento, reflexión y consecución de la evidencia “apelando a”, y aquí utilizo el título de uno de los libros al respecto: El ecologista escéptico.
