NOTA:
Esta es la tercera, de una serie de entregas llamadas Cápsulas, en honor al gran intelectual guatemalteco Manuel Ayau, ya que éste, en su labor docente, llamaba así a sus clases en la Universidad Francisco Marroquín (UFM); y en cada una de ellas, desarrollaba una temática particular desde la óptica de la Escuela Austriaca de Economía, de la cual, formaba parte integral. Para poder comprenderla mejor, te recomendamos la lectura de las dos primeras:
Cuando las personas comenzaron a vivir en comunidades autónomas e independientes, lo realizaron bajo las premisas necesarias para proteger la vida, la libertad y la propiedad privada de sus participantes. En el transcurso de los años, se observó que esas premisas debían ser reguladas y reglamentadas, de tal manera que los habitantes dentro de la sociedad, comprendieran hasta dónde podían disfrutar de esos derechos, de manera que no afectara las vidas de los demás: “Tus derechos van hasta donde comienzan los derechos de los otros”.
Con esa base de comportamiento grupal, comenzaron a debatirse los diferentes tipos de actuaciones de las personas que componen las comunidades. Un ejemplo de ello, es el uso del agua: todas las personas tienen la posibilidad de lavar su ropa, pero no en el lugar donde se toma el agua para el acueducto municipal. De esa forma, ese derecho a la libertad de emplear un río para una actividad particular, no puede ir en contravía del bienestar de los demás individuos que componen la sociedad.
Muchos pueden argumentar que las personas tienen todo el derecho de emplear los recursos naturales como bien les plazca, sobre todo cuando los recursos naturales no son propiedad privada; pero, cuando se realiza la pregunta a la inversa, ¿usted estaría de acuerdo a que las personas pudieran lavar sus ropas en la toma del acueducto, a sabiendas que eso significa que el agua que llega a su casa estaría contaminada?, la situación cambiaría radicalmente.
Es allí, en esas pequeñas disputas sobre el alcance de los derechos individuales, que se creó la rama de la Ciencia del Derecho. Y como toda ciencia que no es pura y que depende del factor más diverso que existe en el universo: el ser humano, se tienen buenos y malos ejemplos de la aplicación de las normas que se han implementado a través de los tiempos en un sinfín de comunidades.
En las sociedades en donde el Derecho se enfocó a la protección de los tres pilares fundamentales y en donde también se determinó que fuera el libre mercado la base de su economía, se obtuvo como recompensa, el esplendor de la creatividad humana, que siempre busca brindar las mejores soluciones a los problemas de escases y, satisfaciendo así, las necesidades básicas de las comunidades.
A manera de ejemplo. Un médico luego de muchos años de estudio, descubre una nueva técnica para operar los aneurismas, la cual, es capaz de realizar una vez al día. Al ser el único médico que hace ese tipo de procedimiento en el mercado, miles de personas que necesitan de la cirugía, van hacia donde él. El médico puede tomar decisión de ser “moralmente” impecable y decide operar solamente a las personas más pobres o más necesitadas. En ese caso, sólo puede operar como máximo a 365 personas al año, con cero beneficios y con el problema de la fatal arrogancia de ser él, quien determina quienes son los más necesitados. Pero, dentro de los miles que necesitan la cirugía, aparecen personas muy ricas, dispuestas a pagar millones por el procedimiento; el médico viendo esto, simplemente fija un precio a sus servicios. Al ser el único que hay en el mercado, su tarifa es exorbitante, a tal grado que exclusivamente los más pudientes pueden acceder a ella. Los moralistas pensarían que ese médico es un peligro para la sociedad, ya que está lucrándose con ese actuar; pero, al mirar más a fondo la realidad demuestra todo lo contrario. Los médicos al observar que ese colega se está haciendo rico practicando esa cirugía, la comienzan a estudiar, y cuando la dominan, la ofrecen al público. Se presenta allí el fenómeno que rige al libre mercado, el cual es: a mayor oferta, los precios bajan; ahora, pasó de haber un único médico que como máximo curaba a 365 personas al año, a existir en un corto plazo, el volumen necesario de especialistas que tienen la capacidad de curar a miles. Con la ventaja adicional, que el valor de la cirugía será tal, que cualquier persona dentro de la comunidad que requiera ese procedimiento, pueda pagarlo.
Si el Estado, en su fatal arrogancia hubiera intervenido en el ejemplo, colocando una tarifa máxima u obligándolo sólo a operar a los más pobres; otros médicos nunca se habrían interesado por aprender el procedimiento y así, miles de personas hubieran fallecido por no encontrar quien les practicara una cirugía que pudo salvarles la vida.
Únicamente el libre mercado puede dar soluciones de una manera tan rápida y tan eficiente a los problemas de la escasez. El ejemplo de ello lo vivimos en el año 2020, cuando se presentó la pandemia ocasionada por el COVID-19; el gobierno de los Estados Unidos dio recursos económicos a los laboratorios que consideraron que tenían la capacidad para desarrollar una vacuna. Los EEUU no les impuso ni procedimientos, ni metodologías, ni asesores, ni obligaciones; sólo les dio recursos económicos y, en menos de un año, ya se tenían al menos seis vacunas desarrolladas para combatir la crisis.
SOBRE LOS PROBLEMAS DE ESCASEZ
El Estado para abordar los problemas de escasez, sólo cuenta con tres alternativas que se presentan a continuación:
El sistema de colas
Se atiende según orden de llegada y cuando se acaba el producto o servicio, los que no alcanzaron por simple inexistencia del recurso, no obtienen nada.
El sistema de tarjetas
A cada persona se le da una cantidad determinada de productos, pudiendo ser tan pequeña que no cubre el mínimo necesario –ejemplo: las cartillas de racionamiento de Cuba o Venezuela–, además generan otro problema: en caso de ser intercambiables, fomentarán la creación de un mercado de compra-venta de tarjetas con el fin de obtener los productos requeridos, fomentando la instauración de carteles por fuera de la ley; los cuales, realizarán los intercambios mediante transacciones monetarias o simplemente se creará una ola de delincuencia por la obtención de las tarjetas mediante el uso de la fuerza. En caso de no ser intercambiables las tarjetas, las personas adquirirán los productos y luego comenzarán un mercado negro en donde comercializarán esos productos mediante el trueque o la venta directa, creado los mismos carteles mencionados anteriormente. Ambos métodos son una terrible distorsión del libre mercado, gracias a las medidas determinadas por el Estado.
El sistema de libertad de precios
El cual ya fue presentado en el ejemplo del cirujano.
APUNTES FINALES
Una de las grandes ventajas que tiene el sistema de libre mercado, es que las personas que intervienen en él, no requieren conocimientos específicos para que todo funcione correctamente. Sólo con mirar los precios, se tiene la información necesaria para efectuar el balance de costo/beneficio ante la opción presentada. Las personas intuitivamente ante esa señal llamada precio, analizan, ¿qué valoro más? ¿las monedas que tengo o el producto o servicio que se me está ofreciendo? Al mismo tiempo el vendedor analiza ¿hasta dónde puedo disminuir el precio, para que valore más las monedas que me dan a cambio del producto?, esto sólo es posible de realizar, dentro de una sociedad en donde las personas sean las propietarias de los bienes, lo que nos lleva nuevamente al inicio del artículo. Solamente las sociedades que respetan la vida, la libertad y la propiedad privada, hacen posibles que exista un libre mercado en donde la escasez es mejor solventada y los beneficios son para todos.
Queda aquí demostrado, que la escasez puede ser mejor manejada desde el libre mercado, dejando que la intervención del Estado sea únicamente enfocada en la protección de los actores que están implicados en los intercambios de los derechos de propiedad que lo componen.